014

527 54 184
                                    


Alekei

—Llegas tarde. Otra vez. —hablé escuchando el crujir de las hojas del parque bajo sus botas a la vez que  expulsaba el humo de mis labios.

—¿Quieres que invente alguna excusa o lo dejamos así?—preguntó Denis haciendo que curvara mis labios hacia arriba.

A veces me hacía sonreír.

—¿Quieres? —ofreció después cogiendo un sitio en el banco de madera a mi lado extendiéndome un cigarro de cannabis.

—Deja de fumar esas mierdas. —le dije moviendo la cabeza de un lado a otro.

—Te ayuda a relajarte. Te vendría bien viendo la cara de oler mierda que llevas todo el día. —respondió encendiendo el cigarro.

Mis ojos fueron a su cráneo, recordando la primera vez que nos conocimos en la cafetería de la academia en Moscú de mi padre, y me pregunté cómo había reunido la paciencia suficiente todos estos años para no matarlo.

—Estás en mi sitio. —le dije al rubio que me miró con una sonrisa burlesca antes de responder.

—¿Ah sí?¿Dónde lo pone? —se dió la vuelta revisando la parte trasera de la silla. —Yo no veo nada.

Antes de que pudiera meterse otra cucharada de comida a la boca le cogí del pelo y estampé su cara contra el plato partiéndolo en dos. Luego golpée su rostro contra la mesa varias veces hasta que su nariz empezó a echar sangre a borbotones y de su frente salió un pequeño hilo rojizo. Después, con el dedo manchado de su sangre, escribí mi nombre en el respaldo de la silla.

—¿Lo ves ahora? —pregunté con una sonrisa burlesca, esperando una respuesta que no tuve nunca. Pues él había quedado inconsciente con la cabeza encima del plato roto.

Yendo a la enfermería unas horas después volví a encontrármelo, como si fuera una lapa de la que no pudiera deshacerme.

—¿Vienes a matarme? —habló al nada más verme con un intento de sonrisa.

—No tendrás ese privilegio. Al menos no aún. —respondí con una sonrisa corta.

—Vaya. Qué desilusión.

—Tienes una cabeza muy dura. —dije fijando su atención en su cabeza vendada.

—Gracias. Entreno todos los días dándome golpes con la pared. Aunque prefiero las mesas. —murmuró en una ácida ironía.

En ese entonces me resultó interesante. Puede que en un futuro me arrepintiera de lo que estuve a punto de decir, pero no me lo pensé demasiado.

—Me gustas...

—Lo siento, pero soy hetero. Búscate a otro juguete sexual. —replicó interrumpiendo lo que iba a decir con una mueca adolorida.

—No me refiero a eso, idiota... —otra vez volví a ser interrumpido antes de continuar.

—¿Qué quieres entonces?¿Qué seamos mejores amigos para siempre? Porque déjame decirte que tienes unas formas muy curiosas de hacer amigos. —cerré mis ojos y toqué mis sienes con irritación.

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora