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Lena


—Estaba que soltaba chispas de la rabia. —Romina suelta una carcajada junto a la mía y pronto me atraganto con el frappe de caramelo empezando a toser.

—¿Estás bien? —se inclina y me da un par de palmadas en la espalda, a lo que yo asiento con la cabeza.

—Oye, ¿Y has vuelto a saber algo de tu novio? —pregunto después con mis labios alrededor de la pajita de plástico. Ella niega con la cabeza.

—Ni un mísero mensaje, pero esta vez no lo dejaré pasar, le pondré un alto.

—Bueno, yo creo que te mereces a alguien mejor. —digo sin más, tras darle otro sorbo a mi bebida.

—Lo sé, pero le quiero.

Cuando la misma chica rubia que vi junto a él el otro día en la playa aparece en mi campo de visión mis ojos empiezan a buscarlo por todo el lugar, sin encontrar ni rastro suyo.

Trato de distraerme hablando con Romina sobre cualquier cosa, pero mi cabeza todavía sigue rondando en si él vino con ella, o tal vez no.

Vuelvo a fijar mi vista en aquella chica al pasar ella por nuestro lado. Ahora sostiene dos bebidas en sus manos mientras camina hacia fuera, donde hay una camioneta negra con los cristales blindados. No está muy lejos de donde estamos sentadas así que cuando abre la puerta para entrar alcanzo a verlo.

Lleva puestas unas gafas de sol, pero aún así sé con certeza que nuestras miradas se encuentran unos muy pocos instantes antes de que el coche arranque y se pierda de mi vista.

Sin darme cuenta de mis labios se escapa un largo suspiro mientras en mi estómago se asienta ese amargo malestar, sujetando el recipiente de café con más fuerza de la necesaria. ¿Por qué se van juntos?¿Y quién es ella?

—¿Qué?¿Tú también tienes mal de amores? —cuestiona con una diversión palpable en sus ojos.

—No. No.

Ni de broma pienso admitir mi extraña atracción por ese ser, ya es bastante vergonzoso con que lo sepa Grace.

—Es solo que hace mucho calor. Tenemos una piscina en casa, ¿Te vienes? —ofrezco después en un claro intento por cambiar el tema.

—¿A tu casa? —pregunta incrédula, a lo que yo asiento despacio.

—Ya has estado antes, qué más da.

—Bueno, está bien.

Cuando llegamos a mi casa tengo que advertir al mayordomo de que he traído visita.

Dudo que vayan a ponerme algún impedimento, la conocen de sobra por ser amiga de Jas, pero es una de las normas-no-normas. Luego vamos a mi habitación en busca de bañadores.

—¡Joder! —exclama Romina al entrar, se queda mirando todo su alrededor hasta que su vista se clava en la cama. —¿Me puedo tumbar?

—Claro, pero quítate los zapatos antes.

En menos de un parpadeo se lanza a mi cama para después abrazar uno de los cojines. No sé porqué, pero ese gesto me da ternura.

—Es la cama más cómoda que he probado en la vida. —murmura con los ojos cerrados.

Suelto una pequeña carcajada mientras me dirijo al armario encontrando dos bañadores negros bastante similares.

—Todavía me acuerdo de cuando Jason nos presentó, éramos tan pequeñas.
—habla ojeando uno de mis libros de derecho.

Suelto una risita buscando ahora un par de toallas.

—Eso pasó literalmente hace unos meses.

Casi un año, para especificar. El tiempo pasa tan rápido que a veces da miedo.

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora