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Lena


En la puerta me encuentro a Romina y una corriente de alivio me recorre desde la cabeza hasta los pies.

—Hola. —murmuro con extrañeza de verla por aquí. No recuerdo haberle dado mi dirección.

—Hola, ¿Podemos hablar?

—Claro, pasa.

Ambas vamos a una pequeña sala con cuadros antiguos, sillones desperdigados por toda la habitación y una pequeña chimenea junto a algunas otras decoraciones.

Luego nos sentamos en un sofá alargado, y mientras espero a que hable me coloco un cojín entre las piernas tras ofrecerle algo de beber. Ella lo rechaza y suelta un corto suspiro, jugueteando con sus dedos. Parece nerviosa por algo.

—¿Todo bien? —Romina evita mirarme a los ojos en todo momento.

—Sé que tú no tienes nada que ver con todo esto, pero es que estoy realmente desesperada, ya no sé con quién más hablar o...

—Puedes contarme lo que sea, lo sabes, pero antes que nada cálmate. —le digo acercándome un poco más a ella para mostrarle mi apoyo, traga saliva antes de hablar, ahora un poco más calmada.

—¿Te acuerdas de este chico con el que estaba saliendo? ¿Matt? —niego con la cabeza despacio, tratando de recordar.

Ella saca su móvil y me enseña una foto de ella con un chico. Al verlo más de cerca me doy cuenta de que la cara del chico me suena, pero no recuerdo haberlo visto con Romina.

Rascando algunos recuerdos de la noche anterior consigo reconocerlo. Sintiendo la mandíbula más floja le hago zoom a la pantalla. Si, son idénticos.

—Si. Creo que me suena de algo. —digo en un susurro cuando su mirada tétrica de ojos azules se desvanece de mi cabeza.

—Pues desde hace días no sé nada de él, no da señales de vida. Le he llamado miles de veces y no responde, he ido a la estación de policía, al hospital, incluso fui a la casa de sus padres y nadie sabe nada. Estoy desesperada. —a cada palabra que suelta está más cerca del llanto.

Sin saber qué hacer la rodeo con mis brazos y le acaricio el pelo en busca de reconfortarla un poco. Eso siempre funciona.

Me siento culpable y egoísta por estar guardando una información que no me corresponde, pero tampoco puedo soltárselo así de sopetón. Además, no quiero darle problemas a mi familia esparciendo información prohibida. Eso de chivatear las cosas en nuestro mundo es tu sentencia de muerte asegurada, y no estoy lista para morir. Mucho menos por sus manos tatuadas.

—¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

—Estaba en un bar, en este que está cerca de los almacenes grandes.

—Esos sitios de por ahí son peligrosos.

—Lo sé, para nadie es un secreto que andaba en malos pasos. —responde con una sonrisa amarga. —Tampoco estábamos en el mejor momento de nuestra relación, pero no creo que me esté ignorando, ¿O sí?

—No, pero yo te ayudaré a encontrarlo. Mientras intenta distraerte, preocuparte demasiado te hará daño.

—Tal vez se fue con otra. —habla más para ella misma que para mí.

—No lo creo. —sacudo la cabeza negando varias veces. —¿Por qué dices eso?

—No sería la primera vez que pasa.

Frunzo los labios, no sabía que tenía tan mala relación con el chico, tampoco entiendo sus ganas por continuar la relación.

Si fuese yo lo habría mandado a cazar orcos desde hace tiempo, pero como no es mi relación entonces mejor me callo la boca y sonrío dando el poco apoyo que puedo ofrecerle.

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora