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Lena


—Si lo haces desde aquí es más fácil. —dijo a mi lado señalando algún lugar cerca del estómago de la mujer con la punta de un cuchillo mientras yo seguía mirándola con la sierra en las manos.

Al final él sospechó que le había hecho algo a aquella azafata, así que envío a Sergey a revisar el avión y traer el cuerpo consigo hasta la sala subterránea que usaba para sus cosas.

Esta vez tampoco me había cuestionado ni mirado de ninguna otra forma que no fuera con esa adoración y deseo por mí que le salía por los poros. Me había ofrecido deshacerse del cuerpo él mismo, pero me negué ofreciéndole una ayuda que no dudó un segundo en aceptar.

Así que ahora aquí estábamos los dos en el proceso de reducir el cadáver a trozos de carne.

Estaba nerviosa y asustada como la mierda. Sabía de sobra lo emocionado que estaba por hacer esto conmigo y no quería arruinar nuestro pequeño momento teniendo una crisis o vomitando encima de la mujer.

—¿Quieres que te traiga guantes? —lo miré con una corta sonrisa y negué dubitativa.

—No. Así está bien.

Inspiré y exhalé una última vez antes de acercar el filo de la sierra a la cabeza. Había cambiado de opinión a última hora. Seguro que cortarle la cabeza era mejor que dividirla en dos y ver trozos de su estómago desperdigados por el suelo.

Lo hice con rapidez, como cuando te tienen que arrancar un diente que está a punto de caer. Jadeé al ver un charco de sangre manchar mis rodillas cubiertas por los pantalones. A mi lado él sonreía sin mostrar los dientes viendo lo mismo que yo, la cabeza de la mujer que ahora sostenía mirándola con una leve repugnancia.

Ni siquiera sabía porqué lo hacía, solo sabía que no quería detener esa adrenalina y otra cosa desconocida que cubría mi cuerpo como si de un manto se tratara. Mis latidos resonaban en mi oído y mi respiración era irregular mientras continuaba con sus extremidades arrancándolas de su sitio, esta vez sujetando el instrumento con firmeza y sin dedos temblorosos.

Alek cortaba el torso en rodajas con tanta facilidad que pareciera estar cortando una pechuga de pollo dejando al aire sus órganos ahora destrozados e irreconocibles.

Solté la sierra en el suelo y pasé el dorso de mi mano por mi cara al percibir unos pelos sueltos molestando, olvidándome de que mis manos también tenían rastros de sangre y manchando mi rostro.

Eso pareció llamar su atención porque no dejó de mirarme con una llama peligrosa, y al igual que yo, abandonó su herramienta para ocupar sus manos con mi rostro ensangrentado.

—¿Lo he hecho bien? —murmuré intranquila, expectante a su aprobación.

—Más que bien, mi amor, es perfecto. —susurró contra mis labios antes de fundirnos en un beso apasionado donde nuestras lenguas eran las protagonistas.

Luego deslizó mi top y mi sujetador hasta dejarlos en el suelo. Dejé salir un gemido cuando atrapó uno de mis pezones con sus dientes siendo cuidadoso a la vez que con su otra mano acariciaba el otro.

Olvidando el cadáver y la sangre eché mi espalda hacia atrás apoyándola en lo que creo que era una pierna. Mi piel se estremeció con el tacto frío del líquido.

Después dejé que me quitara los zapatos y me desnudara de cintura para abajo, él hizo lo mismo con su ropa. Lo habíamos hecho muchas veces. Muchísimas. Pero esta vez estaba tan nerviosa como nuestra primera vez, y parece que a él le pasaba lo mismo por sus dedos que ahora se movían con timidez por mi cuerpo.

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora