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Lena


Suelto un resoplido tirándome a la cama de espaldas. Ya han pasado más de veinte minutos como me dijo y no ha venido.

Abro los ojos al escuchar un ruido desde mi terraza, y al hacerlo me encuentro con su rostro iluminado por la luz que transmite la luna a través de los ventanales.

—Hola. —susurra con una sonrisa corta para después esconder su rostro sobre la curvatura de mi cuello y empezar a repartir castos besos. —Siento haber tardado. He estado liado con algo.

—¿Con qué?

—No es nada. —responde quitándose la camiseta.

Me cuesta prestar atención a otra cosa que no sean sus abdominales o sus bíceps.

—No me gusta que me ocultes cosas. —musito con un mohín en los labios.

—No te estoy ocultando nada.

—¿Entonces por qué no me lo dices?

Trago saliva cuando mis ojos se detienen unos instantes en su prominente bulto.

—Solo he tenido algunos problemas con Sergey. —habla con su mirada clavada en mis piernas.

—¿Qué problemas? —sus facciones se endurecen. —Yo también tengo derecho a saberlo, es mi escolta. —él suspira y sacude la cabeza dibujando una sonrisa corta.

—Alguien ha intentado matarlo.

—¿Qué? Pero dijiste que ya no teníamos que preocuparnos por Luis. —él asiente con la cabeza deslizando sus manos por mis muslos.

Cuando trato de encoger las piernas él solo afianza su agarre en ellas dándome una mirada de advertencia.

—Y lo sostengo. —habla antes de pasar su lengua de mi ombligo hasta mi muslo interno.—Pero no fue él. —sus manos ahora se encargan del borde de mis bragas.

—¿Y e-el está bien? —pregunto con las  mejillas ruborizadas al verlo oler el trozo de tela con satisfacción una vez está en sus manos.

—Lo está. Pero no deberías preocuparte por eso ahora. —murmura en mi estómago atrapando la piel en un mordisco antes de deshacerse de la camiseta de tirantes sacándomela por la cabeza.

Después vuelve a lamer mi estómago hasta llegar a mi busto, donde muerde con fuerza uno de mis pezones haciéndome soltar un gemido que el calla metiendo dos de sus dedos en mi boca haciendo que los chupe.

—Pensé que íbamos a dormir. —musito con el corazón a mil cuando paso esos dos dedos por mi torso hasta llegar a mis partes íntimas.

—Eso lo podemos hacer después. Nos queda mucha noche por delante. —dice comenzando a frotar mi clítoris despacio. Por más que trate de callarme los gemidos no pude.

—¿Me vas a atar otra vez? —murmuro con sorna al ver que sostiene una especie de pañuelo negro.

—Sé buena. No queremos que te metas en problemas. —responde llevando el pañuelo a mi boca. —Si me sigues mirando de esa forma no voy a aguantar mucho más.—advierte con sus ojos oscureciéndose más de lo normal.

Mientras se quita la ropa interior, dejando su miembro erguido al aire, vuelve a escanear mi rostro.

—Date la vuelta.

Hago lo que me pide mordiendo el interior de mi mejilla. Él acerca más su rostro a mis nalgas pasando su lengua desde mis pliegues hasta la entrada de mi recto varias veces hasta que los fluidos llegan a esa zona.

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora