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Alekei

Pisé el acelerador aumentando la velocidad sin importar lo legal o no legal que fuera conducir de esa forma, mientras Denis a mi lado vigilaba la aplicación con los rastreadores que le había puesto.

—Alek... —murmuró con la vista aún en la pantalla.

—¿Qué? —respondí disminuyendo la velocidad.

—Lena no... —hizo una pausa en la que trago saliva antes de fijarse en mi. —Ella no está.

Al momento de escucharlo detuve el coche abruptamente derrapando en el suelo de la carretera en un giro brusco.

—¿Cómo dices? —pregunté en un tono bajo pero sombrío, apretando el volante en mis manos como si eso fuera a calmar los latidos de mi atemorizado corazón.

—Mierda, estaba durmiendo. —protestó el Sergey en los asientos de atrás sobándose la frente.

—Ell... —antes de que terminara de hablar le quité el teléfono móvil de las manos.

Después me fijé en los puntos rojos que no dejaban de moverse todo el rato hacia un lugar. No estaba en la casa. Se la ha llevado. Repetí en mi cabeza a la vez que mis manos comenzaron a temblar.

Mi visión se había vuelto borrosa de la ira, incluso podría jurar que veía todo rojo. Llevé ambas manos a mi cabeza y estiré mi cabello en un intento de rescatar lo poco de cordura que me quedaba antes de que fuera demasiado tarde.

—Seguid los jodidos puntos hasta el final. Os enviaré refuerzos. —hablé sin ser capaz de mirar a nadie.

Ahora mismo era capaz de destrozar la cabeza de quien sea que se me pusiera por delante.

Cuando se bajaron del coche en dirección a una de las camionetas que nos seguían detrás arranqué el vehículo hacia la casa.

Le había puesto suficientes rastreadores  como para que a Kristoff no le de tiempo a esconderla demasiado tiempo, y el hombre no contaba con eso. Sólo me harían falta unas pocas horas para que ella volviera a estar a mi lado. El problema eran las cosas que mi padre era capaz de hacerle en esas horas, era capaz de matarla en vida si no llegaba a tiempo.

La casa estaba sumida en un completo silencio y al sol le faltaba un par de minutos para esconderse dejando paso a la noche. Como si no fuera suficiente con eso había comenzado a llover empapando mis ropas en cuanto me bajé del coche dando un portazo.

Los hombres que vigilaban el exterior agacharon la cabeza al verme llegar, siendo conocedores del error que habían cometido.

La puerta principal fue la siguiente en probar una mínima parte de mi ira al ser estrellada con tanta fuerza que se despegó un poco de las bisagras.

—Señor. —dijo un muchacho aproximándose con un fusil en sus manos.

A modo de saludo hizo una inclinación estando a mis pies unos segundos que fueron más que suficientes para recibir una patada en la boca.

Después cogí su cabello color cobre y levanté su cabeza encontrándome con una mirada de pura sumisión y miedo.

—Me harás una jodida lista de todos los que estuvisteis a cargo de la vigilancia hoy. —escupí afianzando mis dedos en su cabellera. —Y si no veo tu nombre el primero le enviaré tu cuerpo a tu madre hecho picadillo.

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora