029

320 34 78
                                    


Lena


Doy un respingo en el sitio cuando la puerta se abre de repente, al intentar cambiar mi expresión a una más relajada ya es demasiado tarde. Con pasos rápidos se acerca a mi, no sin antes soltar una amplia bandeja con comida en una de las mesas del dormitorio.

—¿Qué está mal?¿Te duele? —inquiere con suavidad acariciando mi mejilla.

Mordisqueo mi labio inferior sin mirarle a los ojos hasta que decido mostrarle la foto. Él la observa dejando sus labios en una fina línea.

—No sé quién es. —aclaro con una voz ronca llamando su atención. Suelto un leve carraspeo antes de seguir hablando. —Y ayer recibí una especie de nota cuando estaba en el centro comercial. —añado antes de enseñarle la foto que le hice al trozo de papel.

—¿Por qué no me lo dijiste antes Lena?—cuestiona en una voz ronca, agacho la cabeza ante su mirada recriminatoria y molesta.

—No quería preocuparte. —digo cabizbaja.

El suelta un suspiro acomodando alguno de sus pelos, después sostiene mi rostro entre sus manos obligándome a fijar mi mirada en sus ojos azules.

—No puedes evitar que me preocupe por ti. Si te tocan a ti es como si me tocasen a mi. —responde moviendo sus dedos sobre mis mejillas.

Asiento con la cabeza levemente, más tarde lleva mi cabeza a su pecho y empieza a dar lentas caricias por mi pelo desordenado perdiéndose en sus pensamientos. Sus músculos tensos reflejan la rabia que trata de contener.

—¿Qué harás cuando lo encuentres?
—pregunto desviando mi atención a su rostro.

—Lo mataré. —responde con simpleza bajo la observación de mis ojos. —Todo aquel que se atreva a hacerte sentir mal o tocarte un pelo se merece estar seis metros bajo tierra.

—¿No crees que sea un poco desmedido? —musito con la piel de gallina recordando que no sería la primera vez que hace algo así. Él niega muy despacio.

—Ninguna cosa que tenga que ver con tu seguridad y tu bienestar lo es. —sin poder evitarlo esbozo una sonrisa estúpida que él no tarda en borrar al juntar nuestros labios.

Sea quien sea que esté detrás de esa nota tiene intenciones de hacerme daño, así que tal vez su decisión no sea tan drástica. Siempre es mejor atacar primero antes de que sea tarde.

Meto mis manos en sus pantalones de chándal grises acariciando su miembro hasta que esté lo suficientemente duro, lo que tarda solo tres segundos. En ese momento en el que estoy otra vez cegada por el deseo no me duele el cuerpo. Antes de posicionarme encima suya se baja los pantalones junto a la ropa interior dejando su miembro al aire.

Los dos volvemos a fundirnos en uno solo llenando la habitación de gemidos y jadeos hasta que nos cansamos. No sé cómo todavía me queda energía para ducharme, pero no puedo llegar así a mi casa. Huelo a sexo por todas partes.

Al salir del baño me lo encuentro hablando por teléfono en voz muy baja  de espaldas a mí.

Pienso en decir algo pero termino por quedarme callada cuando se gira. Me termino de cepillar el cabello bajo su atenta mirada esperando a que cuelgue la llamada, en cuanto lo hace no tarda en atraparme entre sus brazos con una sonrisa.

—Has tardado mucho ahí dentro.

—Estaba intentando tapar tus marcas de vampiro. —respondo con una sonrisa divertida. En seguida lleva su mirada a mi cuello.

—¿No te gustan? A mi me parece que te quedan muy bien. —susurra muy cerca de mis labios en un tono sugerente.

—No lo pueden saber mis padres. —le recuerdo con una sonrisa y las mejillas más rojas que nunca.

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora