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Lena


—¿Ves? Lo sabía. Y tú con la cabeza llena de estúpidas dudas pensando que no te quería de verdad. —habla Grace en un tono burlesco.

No le he dicho nada de nuestro matrimonio. Es algo que de momento se quedaría solo entre nosotros dos.

—Esa cara me dice que pasó algo más.

Niego con la cabeza rápidamente para después mirar a través del ventanal.

—No mientas, te conozco como si te hubiera parido. —responde en un tono demandante. —¿¡Tuvisteis sexo!?¡Dios, por fin!

—No, no tuvimos sexo. —ella pone una cara disgustada. —Creo que no quiere aún. —añado con una mueca, escuchando su bufido de fondo.

Anoche fue el momento perfecto para hacerlo, incluso le mandé indirectas muy directas, pero nada. Él las esquivó todas. Parece que le encanta la idea de penetrarme con todo menos con su pene.

—Solo nos queda el plan b.

—¿Y cuál es ese plan? —inquiero con una sonrisa acomodándome en el desván.

—Sedúcelo, hasta que tenga las bolas a punto de reventar. —suelto una risotada con las lágrimas a punto de salirse.

—Es un buen plan.

—Lo es. —secundo con una sonrisa.

Pensando en que tal vez deba empezar a buscar algún método anticonceptivo, solo por si las moscas.

—Entonces tenemos que comprar lencería muy sexy. —habla remarcando la palabra muy.

Cuando estoy a punto de responder me fijo en un coche desconocido entrar por el jardín, al encontrarme a mi hermano salir del auto con una sonrisa de oreja a oreja entreabrí los labios con más desconcierto que antes. ¿De dónde había sacado ese coche?

—¿Lena?

—Perdón. Luego te llamo. —corté la llamada y en un pestañeo ya estaba bajando las escaleras a la planta principal.

—No tan rápido. Ya he visto tu nueva adquisición. —hablo levantando las cejas, él solo me da una mirada ladeada.

—¿Te gusta? —asiento muy despacio.

—Es muy bonito. Debe de ser bastante caro también.

—Lo es. He estado haciendo unos negocios con papá. —responde con simpleza.

—¿Y por qué no me lo habías dicho? Yo también necesito ganar un poco de dinero. —murmuro con un mohín en los labios.

—¿Para qué?

—Eso no te importa. —digo con una sonrisa divertida y de brazos cruzados.

—Está bien, luego no vengas queriendo subirte a mi coche. —habla con fanfarronería.

—Tampoco quiero.

—Ya, claro. —olisquea el aire. —El olor de tu envidia llega hasta Europa. —dice con sorna antes de darse la vuelta y subir los escalones pasando por mi lado.

Al ver a Leto y a mi padre caminar a la salida me dirijo yo también hacía allí.

—Hola. —saludo con una sonrisa, pero eso no hace que mi padre ponga una mejor cara al verme.

—Ahora voy. —le indica a Leto que ahora se sube a una de las camionetas.

—De verdad que lo siento. —murmuro con un puchero. —¿Me perdonas?¿Si? —alargo la i pestañeando varias veces.

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora