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Alekei


Nos sentamos en un alargado sofá que había frente al televisor. Sus ojos ansiosos se pusieron sobre los míos haciendo que estuviera más nervioso que antes.

—¿Y bien? —preguntó ella moviendo una ceja.

Encendí el televisor y esperé a que pasaran las imágenes. Ella me miró intercambiando sus ojos entre la televisión y mi persona con extrañeza.

—Mira. —hablé haciendo que su atención fuera a la televisión.

—¿Qué tengo que ver exactamente?

Subí el volumen, a modo de respuesta. Las imágenes del fuego arrasaban con todo mientras la reportera decía algunas cosas que ella tal vez no estaba escuchando.

Después se fijó en las letras Palermo en el borde de la pantalla junto a un texto largo.

Su silencio hizo que en mi estómago se implantaran unos retortijones incómodos.

—¿No te gusta? —pregunté en un bajo murmullo.

—¿El qué? —respondió ella sin entender muy bien de qué iba aquello.

Volví a rebobinar las imágenes y fue entonces cuando entendió de qué iba todo.

—¿T-tú...? —las palabras se atascaron en su garganta y tragó duro al escuchar el número de personas que fueron heridas por el incendio.

Mi única respuesta fue un movimiento lento de cabeza con mis labios curvándose hacia arriba ligeramente. Ella no dijo nada. ¿Por qué mierdas no dice nada? Me pregunté con el cúmulo de ansiedad transplantándose a mis pies.

Cuando agachó la mirada sostuve su barbilla, clavando mis ojos en esos verdosos antes de hablar.

—Pondría el mundo a arder una vez más y no haría falta que me lo pidieras.

—¿Es por Bianca? —arrugué las cejas con ligereza. Esa no era la respuesta que esperaba, ¿Qué más daba cuál fuera la razón? —Pensé que estaba muerta. —susurró después desconcertada.

La rodeé con mis brazos metiendo la nariz en la selva de su pelo. Mi pecho empezó a doler por la fuerza de mis latidos. ¿Qué no haría por ella? Había pasado todos mis límites y estaba dispuesto a pasar más si hiciera falta.

—Lo está, pero no es suficiente. —besé su nariz con ternura sin apartar la vista de sus ojos. —Nunca es suficiente cuando se trata de ti. Ya lo sabes.

Con mi dedo pulgar toqué su labio inferior liberándolo de sus dientes.

—Eso está mal. —ladeé la cabeza divertido al escucharla. Sus palabras tenían una inseguridad que intentó ocultar bajo una faceta firme. —No vuelvas a hacerlo.

—No ha muerto nadie. Sólo han habido heridos. —le dije ocultando las dos personas que habían muerto. Aunque el mundo tampoco las echaría de menos.

—De todas formas está mal. Muy mal.

Mis ojos cayeron a sus piernas cuando de forma inconsciente las juntó hasta que no quedó ni un milímetros entre ellas.

—Que lo repitas más no va a hacer que dejes de estar mojada. —susurré en su oreja acariciando sus muslos.

—N-no sé de qué hablas.

Al estar a punto de palpar el líquido espeso de su ropa interior alguien entró a la sala.

Sus mejillas parecían dos tomates a punto de explotar cuando se levantó de mis piernas como si la hubiesen electrocutado, y en una voz baja se despidió de nosotros antes de cruzar la puerta

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora