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Alekei


Ladeé la cabeza observando con una sonrisa incipiente cómo el resto enterraba el ataúd negro en el que yacía mi hermano sin vida. No pensaba hacerle un funeral especial. Era suficiente con que después de todo le haya comprado un ataúd y haya avisado a los miembros de su estúpida banda para que puedan despedirse de él.

A mi lado Denis miraba la escena sin hacer ningún comentario, con una cara seria y sus ojos clavados en la madera donde debajo estaba la cara del muerto.

—Ahora solo quedas tú en la familia. ¿O te queda algún miembro más vivo? —lo miré por un rato largo antes de negar con la cabeza.

Después aparté mis ojos a la corona de flores en forma de pentagrama invertido que habían puesto sobre la tumba.

—Menos mal, porque estoy hasta las pelotas de enterrar cadáveres. —habló en un bajo murmuro pasándome el mechero.

Acerqué la pequeña llama a la corona de flores comenzando un fuego del que no me alejé demasiado.

Mientras veía el símbolo consumirse por las llamas a mi cabeza vino una de las conversaciones más normales que tuve con él. El hijo de puta al final tuvo razón y las drogas le habían quitado un trabajo que hubiera hecho más que encantado.

—Nos veremos en el infierno. —dije al aire humedeciendo mi labio inferior.

De camino al vehículo pensé en si hubiera sido mejor idea haberlo descuartizado y lanzar sus restos a los buitres como hacían en el Tíbet, pero eso hubiera tardado más y no quería estar tanto tiempo alejado de ella.

—Vamos. —le indiqué a Sergey una vez que estuve sentado a su lado.

Polina estaba en uno de los asientos de atrás. No me había hablado desde la discusión que tuvimos sobre su poca eficiencia a la hora de ponerla a salvo, y casi lo agradecía, porque cada vez que abría la boca me daban ganas de pasar por encima del aprecio que le tenía y arrancarle la cabeza.

Poco después estaba entrando al hospital seguido de Sergey. Supuse que ella estaba dormida, lo que no esperé fue encontrar el cuerpo de Grace descansando a su lado, usando un lugar que me pertenecía solo a mi. De no ser por Sergey la hubiera tirado al suelo en ese momento.

—Cógela y llévatela de aquí. —le dije en un bajo murmuro.

—¿Adónde quieres que me la lleve?

—Adonde te de la jodida gana. —tan pronto como respondí la cogió entre sus brazos, teniendo especial cuidado con la cabeza.

Al quedarse libre el otro lado de la camilla me senté con cuidado de no moverme de forma brusca para no despertarla.

Mis ojos estaban atraídos a sus párpados como dos imanes esperando con ansias a que ella abriera los suyos para perderme en su cielo verde. No esperé a que la sala se quedara vacía para comenzar a repartir caricias por sus heridas queriendo sentir cada una de ellas como si fueran mías.

Fuera el sitio estaba rodeado de más escoltas, así que ese no era el motivo por el que siempre me forzaba a permanecer despierto consiguiendo unas ojeras de las que bien podría enorgullecerme. La razón era asegurarme de que tuviera un sueño pleno y sin pesadillas. Una de ellas. Tenía a miles de personas bajo mi disposición, pero cuando se trataba de ella los roles se invertían y pasaba a ser su esclavo personal sin que nadie me lo pidiera.


Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora