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Alekei


Levanté mis gafas de sol apartando la vista de la pantalla del teléfono cuando Vlad se acercó con una sonrisa corta. Su pelo ligeramente largo se escapaba de la coleta que se había hecho.

—Ya los tenemos en el maletero, ¿Qué hacemos con ellos?

—Llevadlo al segundo piso, el otro quiero que lo dejéis en el calabozo.

—¿Al de los cocodrilos? —preguntó con su sonrisa ensanchándose.

—Si. Y arréglate esa mierda. —respondí señalando su cabello en un gesto antes de observarla una última vez.

Ella se había quedado dormida en el diván de la ventana de su dormitorio, con algunos pelos interponiéndose en su rostro y su iPad en el regazo.

Antes de bajar a las salas subterráneas me puse unos pantalones dejando mi torso al aire. Sabía lo mucho que a ella le gustaba usar mi ropa y a mi me encantaba el olor que dejaba en ellas, así que siempre evitaba mancharlas al hacer cualquier trabajo.

Mientras recorría el camino a la segunda planta subterránea pude escuchar los berridos del hombre que ahora se encontraba atado de manos y una venda sobre sus cuencas vacías.

—Cuando estés suplicando por tu vida, quiero que pienses en cómo rechazaste mi oportunidad de dejarte vivir. —le dije con una sonrisa fijándome en su nariz.

Su nueva posición indicaba que estaba torcida.

—Y da gracias a que tú bala acabase en su brazo y no en un sitio peor, de otra forma tu puta ciudad estaría ardiendo ahora mismo con tu familia dentro.

No me importaba una mierda si tenía que arrebatar vidas inocentes. Quería derramar sangre.

No tardó mucho en ser liberado de las manos de mis guardias, pero su alivio duró poco, porque poco después le echaron un cubo de gasolina por encima sin dejarle reaccionar a la vez que encendía un cigarro y lo llevaba a mis labios.

Antes de que pudiera dar un paso más lo solté a su lado dando lugar al fuego. Aspiré el olor a carne quemada como si se tratara del mejor de los perfumes mientras escuchaba sus gritos y plegarias adoloridas.

—Nos vemos en el infierno. —murmuré después, ampliando mi sonrisa.

Antes de que el fuego pudiese continuar quemándole la piel lo empujé a la piscina con un palo de escoba que tiré después al suelo.

Me reí junto a los demás al ver la expresión de alivio que le duró hasta darse cuenta de que no estaba solo en el agua. Tres cocodrilos empezaron a acercarse bastante hambrientos.

La habitación no tardó en ser envuelta por los gritos y el ruido de la carne siendo arrancada y masticada por los grandes reptiles. Ninguno pretendía quedarse más tiempo, así que uno por uno empezamos a cruzar la puerta.

Estando en mi habitación fui al baño y me metí bajo la ducha deshaciéndome de cualquier suciedad. Quería estar lo más limpio posible para ella.

El camino hacia su casa se me había hecho terriblemente eterno. Cuando por fin estuve frente al portón giré el manillar y arrugué el ceño al girarlo por completo. La puerta ya estaba abierta.

Con un resoplido cerré la puerta y le puse el pestillo después. La seguridad de este lugar apesta. Pensé para mis adentros mientras barría el lugar con los ojos. El corazón estaba a punto de salirse de mi pecho de las ansias, tanto así que casi lo sentí explotar al reconocer una cabellera roja, pero al estrechar mis ojos en ella me di cuenta de que se trataba de Jason.

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora