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Lena


Continúo merodeando por lo que parece una sala de juegos hasta encontrar otra llena de cuadros extraños y un órgano bastante grande en medio. Me acerco a la chimenea donde encuentro un par de fotos familiares, pero no veo a su madre. Son solamente fotos de su padre con él y otro niño. Los dos son muy parecidos entre sí, casi parecen gemelos así que supongo que sería su hermano.

Me doy la vuelta y camino hasta la puerta intentando que mis pasos sean seguros, aunque en el fondo me siento como si estuviera perdida en un laberinto.

Quiero verle la cara y preguntarle porqué le caigo tan mal. Que tenga la valentía de mandarme a la mierda de una vez de frente, así por lo menos tendría una razón más para olvidarlo.

Volviendo al jardín me encuentro a Jason bailando con dos personas más, aunque más que bailar hacen el idiota porque a ninguno se les da bien. Uno de ellos levanta la mano invitándome a bailar con ellos, y lo reconozco. Es uno de los chicos que estaban en el reservado cuando fui de rave con Jas la otra noche.

Su pelo rubio y sus ojos azules tienen a más de una girando la cabeza para verle. Admito que tiene unos labios muy besables, pero me gustan más los pelinegros.

Entre risas comienzo a moverme asemejando sus movimientos hasta que los dos estamos muy cerca el uno del otro. Sus manos en mi cintura lejos de  molestarme me hacen reír, y Jason parece estar bastante ocupado hablando con la castaña de antes como para prestarnos atención.

Pierdo la cuenta de las canciones que bailamos hasta que me empiezan a doler los pies y la cabeza me da vueltas.

—Voy un segundo al baño.

—Aquí te espero, guapa. —responde con un guiño que me hace soltar una carcajada.

Por el camino me quedo observando mirando los muebles que ahora parecen mucho más interesantes que antes. Y con eso viene a mí una brillante idea que o puede salir bien, o puede hacer que me echen a patadas de aquí.

Muerdo mi labio inferior al ver a un escolta vigilando uno de los portones con un arma en sus manos. Luego voy hacia él con una sonrisa y me echo todo el pelo hacia atrás.

—¿Sabrías dónde queda la habitación del señor Novikov? Mi amiga y yo tenemos un trato con él. —le digo casi arrastrando las palabras en un intento de ser más seductora.

Después le guiño un ojo, pero no lo ve por estar más entretenido con mi delantera, que no es mucha. El hombre tiene que estar viendo cosas que no hay ahora mismo.

—¿Qué tipo de trato? —inquiere en un tono algo incrédulo.

—Bueno, él mismo nos contactó para hacer un trabajo especial. —respondo recalcando la palabra especial. —Si me dices dónde está, quizás te puedas unir a nosotras después, quién sabe. —le acaricio un brazo mientras le hago ojitos.

¿Qué más me faltaba por hacer? No es como si pudiera poner una bomba dentro de todas formas, ni siquiera llevo el móvil encima. Al ver la cara que pone tengo que morderme la mejilla inferior para no reírme.

—Cuanto más tardes más tardarás en unirte, ¿No crees? —pregunto controlando mi impaciencia con una sonrisa. Después de una eternidad acaba cediendo a regañadientes.

—Es la única puerta que hay en la tercera planta. La llave. —no me da tiempo a cogerla y termina en el suelo. Al agacharme para cogerla la mirada que da el hombre a mi escote no me pasa desapercibida. Pero que le jodan. —Cuándo terminéis con él me avisáis. —habla a mis espaldas cuando no estoy muy lejos.

—Lo haré. —respondo sin darme la vuelta.

Estando frente a la puerta me cuesta más de lo normal introducir la llave en la ranura. Maldigo cuando las llaves se me resbalan de la mano acabando en el suelo otra vez, y mirando que no haya nadie detrás mío me agacho con rapidez.

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora