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Pasó una semana desde el incidente con Snape, ese día me quedé llorando junto al río, no quería volver a casa y tener que explicar el porque de mi llanto. Sus palabras habían logrado herirme tanto como lo hacía la indiferencia de Geraldine. Sabía que era difícil una amistad con él, pero tontamente creí que lo estaba logrando. Ya en casa tuve que inventar una explicación a porque se había ido, me negaba a decirle la verdad a Lily para no afectarla, por lo que simplemente le dije que él y yo no podíamos ser amigos.

Sentí la necesidad de escribirle a Sirius y contarle lo que había pasado, sin embargo, sabía que eso solo traería problemas. Al final el solo recibir sus cartas con anécdotas, bromas y tonterías era un curita para el alma.

Cuando acomodamos.mi piano Lily quiso invitarlo a escucharme tocar, pero le dije que aún no me sentía lista después de la muerte de Madame Jelly, excusa que era mitad cierta. No quería ver a Severus, ni saber nada de él, porque de hacerlo probablemente lloraría otra vez, aunque no negaré que en el fondo deseaba que Severus viniera y me pidiera perdón para poder decirle que no, haciendo que él sienta un poco de lo que yo sentí. 

El día de hoy Lily saldría con Geraldine y Harrison a comprar suministros para la casa, Harrison me había insistido en acompañarlos, pero siendo honesta no tenía ganas, solo tenía el extraño sentimiento de que debería estar en el árbol junto al río.

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Pasados 10 minutos de la partida de los Evans me dispuse a calmar esta extraña sensación que me guiaba con pasos apresurados  al río, justo debajo del enorme arbol se encontraba la figura de alguien que podría reconocer en cualquier lado. Estaba dispuesta a marcharme, pero mis piernas se negaban a obedecerme y simplemente me hicieron acercarme más, solo para ver a Severus Snape recostado en el pasto, con los ojos cerrados, siendo evidente la hichazon en uno de sus pomulos y el labio roto.

—¡Dios mío!— Exclamé, haciendo que él se levantará. Nos quedamos quietos por unos segundos, esperando que el otro dijera algo, mas al no haber conversación él se decide a marcharse —Espera, por favor. Severus...— lo llame logrando detenerlo, no quería acercarme demasiado, salvo que él lo permitiera, el verlo así y tener la sospecha de quien lo causó, hace que cualquier emoción negativa hacía él pase a segundo plano.

—No necesito tu lastima, Evans. Lo veo en tu rostro, así que me voy.— Su tono hostil casi me hace mandarlo al diablo, pero sé que no tengo el corazón para no ayudarle

—No es lástima, contrario a ti, yo no puedo actuar de ese modo — Suelto sin poder evitarlo, haciendo referencia a lo que paso la semana pasada

—Ahora me vas a reprochar lo que dije ¿no? ¿Solo me detienes para burlarte? ¿Es ese tu modo de venganza, Evans? Que patética— Dice sarcasticamente lo que me hace considerar en emparejarle el otro pomulo

—El que actua pateticamente es otro, pero eso no viene al caso. Me haz conocido el último año, como para saber que tenerte lastima es lo último que haría. ¡Eres tan jodidamente orgulloso que no te das cuenta que solo quiero ayudarte!

—Nadie pidió tu ayuda, Evans

—Creeme que eso lo sé, sin embargo, eso no significa que no la necesites— Dicho esto me acerque a él, iba a tomar su rostro entre mis manos, pero el se aparto, poniendo distancia. —Solo quiero ver tus heridas... en casa hay un botiquin, vamos

Empece a caminar rumbo a mi casa esperando que él me siguiera, mas él no se movió ni un centimetro —¿Por qué haces esto, Petunia?— mi nombre pronunciado por sus labios suena diferente a como lo escuche de las personas que me rodean, y eso me gusta.

Petunia... Dursley? JAMÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora