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07 de junio de 1975

8:30 de la mañana.

Todo era un caos, yo me aguantaba las ganas de llorar mientras veía como mi padre cargaba a la mujer de salud delicada para subirla al auto y llevarla al hospital, mientras le decía que todo estaría bien. Una vez dentro del auto, yo me coloque en la parte de atrás junto a ella, abrazándola y diciéndole que todo iba a estar bien, aunque la mirada que ella me daba decía lo contrario.

Con toda la fuerza del mundo me trague el nudo en la garganta, dedicándome a besar su frente y mejilla, continuando diciéndole tantas cosas buenas.

Llegamos a una clínica en la que pedimos una silla de ruedas para ingresarla a urgencias, pero ninguna enfermera quiso sacarla, por lo que mi padre nuevamente la tomo en brazos para meterla al lugar, en ese instante en que la saco del auto empezó la cuenta regresiva, su cuerpo empezó a fallar y lo supe cuando ví que sus manos ya no sé aferraban a mi padre y que se había orinando encima.

Entre gritos y súplicas pedí que la atendieran, pero alegaron que no tenían médico y había muchos pacientes esperando consulta.
La forma en la que lo dijeron me destrozó, porque yo sabía que venía el final de la vida de esta mujer.
Dando un portazo a la clínica tomamos carrera rumbo a otro lugar que pudiera atenderla.
En el trayecto, por accidente golpeamos un auto, pero seguimos sin detenernos y en algún punto ya me encontraba llorando y pidiendo que fuesen más rápido.
Ella levanto su mano con las pocas fuerzas que le quedaban y acaricio mi rostro, entonces ví como la vida le abandonaba y su mirada se apagaba. Dije su nombre, una y otra vez esperando respuesta, pero no recibí nada.
Finalmente, cuando llegamos a otro hospital solo fue para que pudieran dar hora del fallecimiento de la mujer que venía en mis brazos.

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5:00 de la tarde
Después que la funeraria se llevó el cuerpo Harrison y yo regresamos a casa, está vez estoy en mi habitación preparándome para ir al lugar donde ella será velada, se planea que mañana mismo sea enterrada.
Mientras me visto no puedo evitar llorar, mientras me tiró al suelo, los recuerdos de esta mañana se repiten en mi mente una y otra vez, al punto de que siento que me ahogo.

Siento los brazos unos brazos grandes abrazarme y ayudarme a levantar, inmediatamente se que se trata de mi padre, lo que solo me anima a llorar de manera descontrolada.

—Mi Tuney, mi niña...—

—Me duele mucho, papá. No puedo, siento que no puedo— digo entre sollozos

—Yo sé que podrás, eres fuerte— dijo mientras veía como sus ojos se cristalizan por verme así.

—Vamos a que comas algo antes de ir a la funeraria, por favor—

—No tengo hambre, no quiero comer— dije suplicando para que no me forzará, sin embargo, no funcionó. Me llevo a abajo y pasamos por su habitación con mi madre, una habitación vacía.

Estaba en la sala, comiendo algo ligero preparado por Harrison, si Geraldine me viera enfuereceria, pero no está para hacerlo...

La forma en la que comía era automática, la comida no me sabía a nada, solo sentía el sabor salado de mis lágrimas. El timbre fue tocado, cosa que no logro inmutarme, por lo que mi padre fue a abrir.

Quien entró, fue alguien que absolutamente no esperaba

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Domingo 08 de junio de 1975
12:00 pm

El sol se oculto entre nubes grises, como si supiera que debería compartir la tristeza de quienes estamos aquí sepultando a una persona amada.
En la pequeña lápida, recién colocada, se podía leer:

Petunia... Dursley? JAMÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora