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Sirius no había dicho nada, solo vio como la pelirroja y la señora Marsac se acercaban para hacer preguntas a la parejita, mientras que el resto se limitaba a escuchar. James puso su mano en el hombro del pelinegro queriendo confortarlo, pero la realidad es que eso no lo hizo sentir mejor. Había perdido sin siquiera tener una oportunidad de luchar por el amor de la castaña. No quería conformarse solo con una amistad. Centro su vista en la castaña quien parecía nerviosa al estar cerca de los Marsac, quizás en busca de agradarles a la familia de su novio, esa maldita palabra que parecía tan amarga de solo pensarla.

Finalmente soltó una pregunta —¿Vas en serio con ella?— esta llamó la atención de todos

—Sirius...— la sorpresa ante la pregunta fue evidente en la voz de la castaña

—Solo quiero saber eso, Petunia.— replicó sin dejar de ver a los ojos verdes de Ares

—Eso no es algo que sea de tu incumbencia, Black.— los adultos solo miraban con incomodidad la interacción, pensando cuando sería adecuado intervenir 

—¿Responderás o no?— cuestionó exasperado

— No te debo respuestas, mucho menos cuando Petunia ya las conoce. Sabe de mis intenciones y el futuro que quiero para nosotros, por lo que veo innecesaria tu pregunta.— contesto calmado 

—Pero...

—Basta Sirius, este no es el momento— fue Euphemia Potter quien lo detuvo de su ataque.

El solo se quedo en silencio, pensando, quería que fuese un mal sueño, una terrible pesadilla de la que despertaría pronto, sin embargo, la realidad era otra. La mujer de la que se había enamorado estaba con alguien más. Esa sensación de perdida estaba ahí, haciendo mella en él.

Cuando fue momento de pasar a la mesa, no alejo su vista de la pareja, ella lucía feliz, sonriente y no soltaba la mano del indeseable. Quiso alegrarse por ella, de verdad que lo intento, pero cuando su mirada conecto con la de Amilcares, este le sonrío con cierta burla, al tiempo que besaba la mejilla de su novia, una evidente provocación para el joven Gryffindor que estuvo a punto de levantarse y atacar al antiguo Slytherin. Fue el sonido de una silla cayéndose y su amigo James gritando lo que evitó que se comenzará una pelea.

James sentía que sus nervios acabarían con él, estaba al borde del colapso y sin meditarlo más tiempo simplemente se levanto empujando la silla, haciendo que el estruendoso ruido, de esta chocando con el suelo, llamará la atención, para entonces gritar lo que le atormentaba —¡Lily termina con mi agonía de no saber si después de la graduación seguirás conmigo, porque me niego a no volverte a ver. Hazte responsable de todo el amor que siento por ti y pasa tu vida junto a mí!— todos en el comedor, salvo Fleamont, estaban atónitos ante lo que pasaba, mientras el chico mostraba un anillo dorado con la incrustación de un diamante verde, como el color de los ojos de su amada.

Lily estaba sonrojada y sus manos cubrían su expresión de sorpresa, esta vez James Potter no veía a nadie más que a su querida pelirroja, esperando su respuesta a su petición, que más bien sonó como una orden. Por otro lado, la castaña se puso de pie y llamo la atención del chico de lentes.

—Perdón, Potter, pero podrías repetirlo— Petunia interrumpió el trance de James con una calma que solo significaba peligro, al tiempo que lo miraba fijamente

—Ehm yo...— Se puso nervioso el joven. Fleamont sonreía ante la prueba que se le presentaba a su hijo y Euphemia tenía la palma en su frente al tiempo que negaba con la cabeza, Amilcares quería reír, así que volteo su rostro para disimular un poco —Lily...— dijo para mirar a su novia quien estaba sorprendida, de seguro pensando en todos los escenarios posibles.

Petunia... Dursley? JAMÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora