Petunia... Dursley? JAMÁS

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24 de diciembre de 1977

Los días pasaron rápidamente, de manera conveniente, Amilcares y Petunia no habían podido verse hasta este día: pues el de mecha plateada seguía en entrenamientos y asesorías para ser un rompe-maldiciones y tuvo que viajar a Francia. Cosa que Sirius agradecía, el poder estar libre de la presencia de ese indeseable, según él.

El tiempo con Petunia y la parejita había sido demasiado divertido para él. Encontró consuelo en la nueva familia que había elegido y después de todo no estaba en bancarrota como muchos esperarían al ser repudiado por su madre, pues Alphard Black, había muerto y dejado todos sus bienes, habidos y por haber, a su sobrino Sirius Orión Black. 

Sirius nunca se había sentido superior por el estatus económico, ni de sangre, al que pertenecía, sin embargo, eso no quitaba el hecho de que el dinero brindaba una comodidad que sería difícil decirle adiós. Cuando pensaba en el futuro se visualizaba siendo autosuficiente incluso teniendo una familia a su cargo. Lo complicado fue cuando vio como Gasca colmaba de obsequios a la castaña, algunos de ellos hechos por él mismo; algunos otros bastante lujosos, estos últimos a pesar de no ser del estilo de ella, no quitaba que los mereciera. Es así que, pronto se encontró comparándose con aquel Slytherin y pensó en como le gustaría colmarla de tantos lujos y joyas como le fuera posible, por lo que esta vez se sentía a la par de Gasca para luchar por el afecto de la castaña. No porque ella fuese una interesada, sino porque quería darle el mundo y más.

La convivencia con Petunia le había hecho reafirmar sus sentimientos por ella, le quería y sabía que podía llegar a amarle, pasar tiempo con ella era completamente agradable: cuando cocinaba junto a ella, aunque él solo se quedará sentado mirándola hasta que ella lo pusiera a lavar trastes; cuando tocaba el piano para ellos y le pedía que la acompañase o tocase algo él mismo; cuando junto a él se ofrecía a molestar a James y Lily; cuando lo subió a su coche por primera vez y los llevó a visitar Forest Hill; cuando les dijo que debían acampar en el patio para ver las estrellas; pero lo que más le agradó, fue el día que decoraron el árbol de navidad, solo eran ellos 4, a pesar de ello, la calidez era increíble y fue feliz como en mucho tiempo no lo había sido. Todas esas experiencias sumaron en sus sentimientos porque conoció más a la mayor de las Evans. Solo esperaba el momento adecuado para hablarle de lo que siente. 

Quizás pudierá ser esta noche o quizás después de la graduación aun consideraba sus posibilidades. En tanto las horas corrían justo a las 12:00 pm llegaron Euphemia y Fleamont Potter, apareciendo en la cochera de la casa Evans, al entrar a la casa el aroma a galletas inundaba el aire y se escuchaba las risas de los jóvenes desde la cocina.

—James, Lily, Petunia, Sirius hemos llegado— Euphemia llamó su atención. Los dos chicos avanzaron hacía ella para abrazarle y las chicas se acercaron tímidamente.

—¡Yo también volví!— se quejó Fleamont, los chicos se libraron del abrazo de la mujer y pasaron a saludar al hombre.

—¡Vengan aquí, niñas!— Alentó la dama Potter y envolvió a las jóvenes Evans en un abrazo maternal.

—Sean bienvenidos— fue Petunia quien habló —estábamos haciendo galletas para entretenernos, solo debo poner el pavo en el horno en una hora más y la cena navideña estará a tiempo, el resto de las comidas estarán en menos de una hora, entonces...— Ella estaba algo nerviosa porque todo fuese perfecto y hacerle ver a sus invitados que todo estaba bien, Euphemia, siendo madre lo notó, ese anhelo por reconocimiento, por ser llamada alguien útil y capaz.

—Tuney, esta bien, cariño. Has hecho un trabajo increíble manteniendo vivos a esos dos— dijo maternalmente acariciando el cabello de la castaña.

—Mamá, Sirius y yo somos perfectamente capaces de sobrevivir solos— se quejó James haciendo reír a las hermanas y su padre