Levítico 20:27 | Las ¿abominaciones?

4 3 0
                                    

8 de abril del año 2022

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

8 de abril del año 2022


Esta será una entrada controversial, lo veo venir. Estos pasajes bíblicos son controversiales, tal vez porque hay ciertas cosas que actualmente no comparto.

Pero aunque uno no comparta una regla, uno puede comprender. Y tal vez comprender es el primer paso, si acaso está en el camino de uno llegar a compartir estas reglas. Solo Yavé sabe a dónde me llevará y por qué.

Habiendo dicho eso, empecemos.

He omitido hablar de las reglas de Levítico en sí, porque quería terminar de leerlas para dar una opinión general. No obstante, veo que las reglas de este episodio necesitan una reflexión independiente.

En primer lugar, la culpa de sangre. Encuentro extraño al mismo tiempo que fascinante esto. Si ves la desnudez de la esposa de tu padre (tu madre, aunque diría que se extiende incluso a una esposa de él que no sea tu madre), estás viendo la desnudez de tu padre. Es culpa de sangre. Me gusta cómo Yavé nos recuerda que ser hijo de alguien es ser una parte de él o ella. Llevamos la carne y la sangre de nuestros padres. Y los esposos son una carne; por ende, merecen el respeto de padres y quedan automáticamente descartados para intimar con ellos. Acostarte con la esposa de tu padre vendría a ser lo mismo que acostarte con tu padre.

En este caso, la culpa de sangre es superior al tema de la inmoralidad y la deslealtad. Eso me deja pensando, porque a menudo repudiamos ese acto por el tema de la deslealtad y ni siquiera tomamos en cuenta la culpa de sangre. Y pongo como ejemplo a la esposa y al padre, pero aplica a todas las líneas de parentesco que se mencionan en el capítulo.

La segunda regla que mencionaré es la de la zoofilia. Hago notar que Yavé menciona que luego de eso han de morir no solo el hombre o la mujer que hizo el acto, sino también el animal con quién se satisfizo sexualmente. En primera instancia me pregunté por qué, si el animal rara vez es consciente de la malicia del ser humano. ¿Por qué tendría que pagar por el ser humano, por una culpa ajena?

Entonces reparé en que no solo Dios toma a los animales para expiar el pecado de los humanos, sino también que es necesario en su ley que todo cuanto ha sido tocado por el pecado cese de existir. No por un tema de odio, sino por un tema de purificación. Yavé incluso indicó a Moisés que la ropa se lavara si había sido ensuciada por pecado o usada durante la menstruación. ¡Incluso es abominación si un hombre se acuesta con una mujer mientras ella está menstruando!

Notemos entonces que el pecado no es una acusación de maldad en todos los casos. A veces el pecado es simplemente la consecuencia de una acción ignorante que ensucia la pureza en la que Yavé es perfecto y a la cual quienes lo amamos aspiramos.

De ahí que el pobre animal que ha sido mancillado y tocado por el pecado (ajeno) sea recogido por Dios en lugar de tener una existencia sucia. Es extremo y no lo comparto del todo (por ahora, al menos), pero lo entiendo.

La tercera cosa que mencionaré es la regla que indica que un hombre que se acuesta con otro comete una abominación. Me llama la atención que en esta ley (como en otras que leí antes) se menciona solo al hombre. Si el hombre se acuesta con la mujer de, si el hombre desposa a la mujer de, si el hombre X, si el hombre Y. Como si el hombre fuera responsable no solo por sus propias acciones, sino también por las de la mujer.

Entonces por un lado esas reglas hacen que me pregunte si se aplican de forma diferente a los hombres que a las mujeres. No es tan específica, o tal vez es algo que también nosotros debemos aprender a deducir.

Yo no sé si estoy lista para deducir cosas que no se especifican en la Biblia. Le pido a Yavé discernimiento y sé que él me oye, pero sé también que él obra a su tiempo y bajo sus condiciones. Está bien, ha de ser así.

Otra cosa que me pregunto con esta tercera ley es si se aplica al amor romántico. En esta regla, tal como en otras, se menciona mucho el fornicar o cometer adulterio, el acostarse con, etc. Se menciona a las bajas pasiones. ¿Es el amor homosexual considerado una baja pasión? ¿Qué pasa con las parejas estables que no se basan en la lujuria? ¿Qué pasa si dos personas del mismo sexo se aman no solo románticamente, sino que se escogen como compañeros y no consuman el coito?

En fin, son preguntas que la Biblia no especifica, aunque nos da pistas. De momento, no creo que Yavé repudie al amor (el auténtico amor, el que es suyo). Solo Yavé puede ver nuestros corazones, solo él sabe qué sentimos. Solo él puede tocarnos y hacer que sintamos o dejemos de sentir. Solo él.

No creo que Yavé repudie al amor, pero sí creo que puede repudiar la forma en que expresamos nuestro amor. Si tomamos el amor y lo retorcemos a lo que queremos, es comprensible que a Yavé le desagrade. ¿Saben por qué?

Porque el amor fue el primer regalo que nos dio, el más valioso de todos. Al darnos vida, nos dio amor. El amor es inherente al ser humano y, además, es el rasgo que heredamos de él, ese rasgo bendito que nos une a él. Fue el regalo más perfecto y bello que Yavé nos dio. Imaginen regalar algo tan valioso y que la persona a quien lo regalaron lo use para cualquier cosa menos para su función esencial. Imagina que le regalas un sombrero a tu amigo calvo y él lo usa como inodoro porque desconoce la función de los sombreros.

Qué desperdicio, ¿verdad?

Creo que lo que Yavé quiere más que nada es que usemos el amor que nos dio para su propósito esencial: curar, unir almas, salvar, cuidar.

Por supuesto, estos son mis pensares en este momento de mi camino hacia él. Siempre estoy abierta a cambiar de postura, en tanto que sea él quien me guíe. A pesar de mi demisexualidad, a pesar de que tanto un hombre como una mujer pueden ser mi persona indicada para compartir la vida, aun así le oro a Yavé y le digo que, si a él no le agrada mi demisexualidad, puede quitármela cuando desee. Le pido que él ponga en mi camino a la persona adecuada.

Y confío en que él lo hará.

MPLB: Mi Primera Lectura BíblicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora