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Era nuestro momento, Elio sostuvo mi mano mientras me miraba, los dos exigimos la presencia del otro, y eso lo hacía más perfecto. El tiempo había pasado y nuestra cita parecía no tener un final.

—  Cuando esto, termine, cuando acabes la universidad, te prometo darte una relación estable — comenzó a hablar — que es lo que te mereces, sé que lo nuestro ahora mismo no es lo más lindo que tienes, pero de verdad te lo prometo.

Lo miré con una pizca de pena y extrañeza, Elio había estado raro y ahora entendía que lo más probable era por esto.

—¿Eso es lo que te preocupa?

— Me preocupa no poder estar contigo de la forma en la que te lo mereces, ¿Entiendes?

— No necesito una relación estable para ser feliz, me basta con verte siempre, así — ví nuestras manos unidas — es lindo, porque sé que solo somos tú y yo.

Elio me gustaba, era sensible y compasivo, siempre estaba conmigo y se preocupaba por mí, casi no había barreras en nuestra relación, excepto porque yo seguía estudiando en la universidad en la que él trabajaba. Ambos sabíamos que eso le podía dar algunos problemas, y por eso nuestra relación se basaba en nada formal.

— Pero ya sabes, me encantaría presentarte formalmente como mi novia, hablar con tus padres, conocer a tu hermana. Todo lo que una pareja hace.

— A mi también, estoy segura que le encantarás a mi familia.

Los minutos pasaron y perdí completamente la noción del tiempo, siempre la perdía cuando estaba con él.

—¿Quieres que te lleve a tu casa o..?

Abrí mucho los ojos, de repente algo llegó a mi cabeza, como un recordatorio. Miré al moreno horrorizada.

—¿Qué hora es?

— Como las siete y treinta, ¿Por qué?

Mierda. Me mataría. Tomé mis cosas de forma rápida, me acerqué a Elio y besé suavemente su mejilla.

—¿Qué sucede?

— Olvidé completamente mi cita terapeuta que era hace una hora, debo ir corriendo a excusarme. Te veo mañana.

Si, una semana había pasado de la forma más rápida y de pronto hoy tendría que haber tenido mi sesión semanal con Hannibal, pero con toda la cuestión de Elio, olvidé nuestra cita como una tonta.
Me despedí una vez más de él y empecé a correr a través de las calles para llegar a la casa de Hannibal, para mí mala suerte las nubes cubrieron el cielo y unas gotas empezaron a caer.

— Increíble — murmuré. Aún faltaban un par de calles y la lluvia estaba mpezando a ser un poco más que unas simples gotas.

Cuando parecía ser lo peor de la tormenta, llegué a la entrada de la casa, toqué el timbre rogando que el hombre tenga misericordia por mí. Unos instantes apareció con una mirada preocupada.

—¿Qué te pasó? Adelante Astrid, por favor.

— Lo lamento, perdí nuestra cita.

Me tomó por los hombros y me guió hacia la cocina para sentarme en una silla.

— Espérame aquí.

Fue inevitable sentir el exquisito olor que salía de las ollas, también había algunas verduras a medio cortar y muchos condimentos alrededor. Sentí su presencia detrás de mí, puso una toalla sobre mi espalda y mis hombros, sonreí.

— Gracias, supongo que fue un poco inconsciente venir caminando con lluvia.

— Si, creo que fue un poco imprudente de tu parte — se arrodilló frente a mi con una media sonrisa — ¿Que sucedió? No te preocupes por nuestra cita de terapia, la recuperaremos.

Suspiré — Digamos que olvidé la cita por tener una cita real.

Su boca se curvo y una leve sonrisa escapó de sus labios — El tema del que nadie quiere hablar, las relaciones amorosas.

Se levantó y volvió a la cocina, revolvió el contenido de la olla evitando que se queme.

—¿Quién es? Bueno, si no es mucha molestia, no quiero intimidarte, me interesa la vida privada de mi paciente — se acercó a mi con una cuchara — prueba.

Probé lo que parecía ser una salsa, me sentí en el cielo, la textura, el sabor y el sazón eran increíbles. Era dulce, pero tenía una pizca salada.

— Exquisito.

— Salsa Cumberland de frutos rojos. Me encantaría que te quedes a cenar, pero hoy tengo unos invitados un poco — meditó sus palabras— serios e importantes, y no quisiera aburrirte.

Sonreí restándole importancia — Tranquilo, llamaré a Alana para que venga por mi, no quiero volver a salir con esta lluvia.

— Yo no te lo permitiría.

Me quedé en silencio unos segundos mientras lo miraba cortar más verduras, sus movimientos eran casi hipnóticos.

— Elio Donovan — solté — ese es el nombre de mi cita.

Se detuvo y me miró, interesado quizás. Dejó el cuchillo a un lado y tomó una copa de vino, la levantó en mi dirección.

— ¿Quieres? — negué — cuéntame más.

Doctora Bloom || Hannibal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora