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— He estado mejor — dijo Will mirándome con una sonrisa de lado.

— Luces mejor que la última vez que nos vimos.

Guiada por Alana, opté por darle una visita a Will. Estábamos afuera de su casa, cortaba leña mientras yo lo miraba. El invierno había llegado duro a Virginia.

— Estoy juntando las últimas cosas antes de partir.

—¿Te vas? — pregunté sorprendida.

— A Europa.. por tiempo indefinido.

Hubo un silencio incómodo entre nosotros dos, mis ojos lo inspeccionaban con duda.

— Entonces vas a buscar a Hannibal.

No respondió inmediatamente, tomó los últimos troncos de leña y caminó hacia el interior de la casa, me hizo un gesto para que lo siguiera, y lo hice. Entramos a su acogedora cabaña.

— No debí subestimarte, pero creí que era el único que estaba buscándolo y que tenía mas información de la que el FBI podia tener.

— Está en Italia, aunque bueno, creo que pudo haber recorrido otras partes de Europa también.

— ¿Cómo lo sabes?

— Hannibal es tan predecible aunque no esté con nosotros — contesté — creo que también está con Bedelia, Bedelia Du Maurier, su antigua psiquiatra.

Me miró sin pestañar y asintió.

— Nunca pude decírtelo, pero la noche que él escapó, me ofreció huir con él. Yo no podía hacerlo.

Negó varias veces — Hubiera sido una estupidez, el FBI te hubiera encontrado en menos de un mes. Es obvio que necesitaba una figura sumisa y desconocida como Bedelia para pasar desapercibido en su nueva vida.

—¿Y lo está haciendo?

Caminó hacia un cajón, tomó una pila de sobres y las apoyó frente a mi. Eran cartas, cartas que tenían mi nombre escrito.

—¿...Y esto?

— Hannibal estuvo enviando cartas, postales, lamento no haberte dicho. Pasaron muchas cosas y no quería volver a eso, pero ahora tú viniste y me dijiste todo esto.

No podía creerlo. Pero sabía exactamente la razón por la cual Will no me las había dado, si Alana se enteraba iba a darle la información a Jack, y probablemente su detención sea inminente.

—¿Por qué lo sigues protegiendo después de lo que te hizo? — le pregunté aún mirando las cartas.

—¿Y tú por qué lo proteges? — respondió de forma retórica — sabes dónde está y no se lo dijiste a tu hermana. Sabes que ella tiene sed de venganza.

Tragué saliva—Porque lo amé más que que nadie. Y no puedo pasar del amor al odio en cuestión de meses.

El asintió y miró hacia otro lado — Él era mi amigo.

Entonces esa era la razón, era irónico pensar que a pesar de que sabíamos todas las cosas que había hecho, aún seguíamos sintiendo cosas por él. Ambos.

—¿Que harás con las cartas? — preguntó cambiando de tema.

— Supongo que no puedo llevarme todas, así que simplemente voy a tomar la última.

Empecé a revisar las fechas y la encontré, era exactamente de hace tres semanas. La guardé en mi bolso y no dije nada, Will tomó las otras cartas y las lanzó al fuego.

—¿A ti te envió cartas también? — asintió — ¿Y también las quemaste? — volvió a asentir.

Así era nuestra relación con Hannibal ahora.

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Unas horas después llegué a casa, le respondí a Alana con monosílabos y me encerré en mi cuarto. Mi corazón latía con fuerzas, abrí la carta y empecé a leer.

Querida Astrid,

No he oído de usted en semanas, que luego se convirtieron en meses, no sé si está bien, aunque confío en que lo esté: Alana siempre fue buena manteniendo sanas a las personas a quienes ama. Tampoco sé si leerá mis cartas, si acaso Will se las entrega, ¿Que pensará después de estás vastas letras? ¿La tomará o a las arrojará en la hoguera?
¿Sabe una cosa? Tengo frente a mi los cuadros de Boticelli y me acuerdo de usted, con ese mirar desfallciente y grave, con esos labios profanos y esa sonrisa que las mujeres del maestro florentino y usted comparten. Usted se sentiría muy cómoda en la Capilla Palatina en Florencia, en la que yo mismo he encontrado mi lugar.

Seguro que me preguntaría acerca de mi vida. ¿Mi vida? ¿Qué hay que decir de ella? Me he mantenido en estado de hibernación durante un tiempo. Un poco inactivo, pero lentamente vuelvo a ser quien era. Hay cosas que nunca cambiarán Astrid. Espero fervientemente que usted si haya cambiado y deje de ocultarse detrás de esa faceta que nunca le creí, es por eso que me interesó desde un principio. Ya no es una niña, y es hora de que se convierta en una mujer completa. Últimamente he recorrido medio mundo para verla huir. Deje de huir. ¿Qué sabor le deja esa palabra? “Huir” ¿Basto y metálico como si se tratara una moneda sucia?

Cómo ha notado, pienso en usted muy seguido.

Deseo que esté bien, y muy hermosa como siempre,

-Un viejo amor, H.L

 

Doblé la carta y me limpie las lágrimas rebeldes que habían caído por mis mejillas. Está carta, y por ser la última que había enviado era muy significativa por muchas razones.

Suspiré y la guardé en un lugar seguro, no iba a quemarla.

Sabía que tenía que viajar pronto, y sabía que el destino era Italia.

Doctora Bloom || Hannibal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora