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—¿Confias en mi?

Alana negó — No es eso, confío en ti, no confío en él, y sabes muy bien por qué.

— ¿Crees que va a lastimarme? — pregunté — Tuvo la oportunidad de hacerlo una vez y no lo hizo.

Alana se había enterado de mi plan de viajar a Italia en busca de Hannibal, sorpresivamente no se había enterado por mi, sino que Will se lo había dicho. No podía creer que vuelva a cometer otra vez lo mismo, si Alana lo sabía, Jack también.

— Eres mayor de edad, puedes hacer lo que quieras — contestó finalmente — Pero quiero que sepas que si algo te sucede, voy a culparme toda mi vida.

— Voy a tener cuidado, y va a estar Will merodeando por Italia también, no va a pasarnos nada malo. ¿No lo crees?

Suspiró — ¿Por cuanto tiempo te vas?

— No lo sé, espero no irme por mucho tiempo. ¿Cómo estarás?

Iba a responder pero Margot Verger salió de la habitación de Alana, tenía una bata rodeando su cuerpo, me miró sorprendida. Me parece que yo no era la única que tenía secretos.

— Astrid, ¿Verdad? — preguntó con una media sonrisa — Estaba demorando en conocerte.

— Lo mismo digo — contesté con voz cálida — Es un placer, Margot.

Alana nos miraba, como si hubiera deseado que nosotras tengamos una presentación oficial. Finalmente Margot se dirigió a mi hermana.

—¿Te molesta si me doy una ducha? — preguntó avergonzada.

— Claro que no, ve, luego podemos desayunar y te llevo a tu casa.

Margot se alejó directo al baño y yo miré a Alana con un media sonrisa, era algo que sin duda no me esperaba, pero por algun extraño motivo se sentía muy bien.

— No me habías dicho nada.

— No es nada serio es simplemente — suspiró mirando hacia la dirección en donde se había ido Margot — estaba esperando el momento adecuado.

—¿Entonces es eso? — pregunté — ¿Le das terapia a Mason Verger y en tu tiempo libre te coges a la hermana?

Su rostro se ruborizó a más no poder, pero volvió a la normalidad.

— Eso no importa ahora, sabes perfectamente que no es lo que estábamos discutiendo. Hablábamos sobre tu peligroso y poco coherente viaje a Europa.

— Estaré bien, y ahora tengo la certeza de que tú estarás bien aquí también.

— ¿Sabes que Jack va a buscar su captura, verdad?

Asentí. Lo sabía, por supuesto que lo sabía, Will no había tardado ni siquiera un minuto en exponer su ida a Europa, y era muy obvio que sería en busca de Hannibal. No iba a sorprenderme si Jack también terminaba en Italia intentando atraparlo.

—¿Tienes un plan? — preguntó sigilosamente.

Asentí — Mi plan es no atrapar precisamente a Hannibal.

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Odiaba viajar en avión. Era un hecho. Desde que las turbulencias me traumarizaron cuando tenía apenas diez años, se me hacía difícil hacer viejas largos. Y ahora era la ocasión. Estaba intentando leer un libro pero estaba demasiado desconcentrada para hacerlo.

—¿Viaja a Italia por ocio o por trabajo? — preguntó el hombre sentado a mi lado, estaba en la edad media, tenia unos inquietantes ojos azules y su cabeza estaba decorada por un sombrero a tono con su traje.

— Un poco de ambas — contesté. —¿Usted?

— Por ocio, siempre por ocio, últimamente he estado visitando lugares más cálidos, pero es hora de volver a mi Italia amada. ¿A qué parte irá?

— Empezando por Florencia, luego veré de recorrer más lugares. Es un país hermoso.

— Supongo que una misión muy importante la lleva a ese lugar.

Rei un poco mirándolo a los ojos — Supone bien, todos tenemos misiones.

— Oh, ¿Y qué mejor que tener misiones en Europa?

Hizo un sutil gesto llamando a la azafa, que estaba repartiendo bebidas.

— Deme un whiskey doble — ordenó — no tolero un viaje sin la bebida, déjeme invitarle a usted también señorita...

— Astrid — contesté — es muy amable pero no gracias, no suelo beber y menos cuando viajo.

— Déjeme invitarla un café al menos.

Lo pensé un segundo, algo en su figura me inspiraba confianza. Asentí y agregó al pedido del whiskey doble un café.

— ¿Nos conocemos? — pregunté achinando los ojos.

— Debo decir que no, pero es una pena, me recuerda a una mujer que conocí hace mucho tiempo, su nombre era Clarice.

— Es un muy bonito nombre — dije tomando el café — usted también me recuerda a alguien, pero no puedo descifrar exactamente a quien.

— Lo hará. ¿De que trabaja, Astrid?

— Soy psiquiatra.

— ¡Vaya! Sin duda las casualidades del destino nos obligaron a sentarnos en asientos contiguos. Yo también soy psiquiatra, aunque retirado.

— Quizás eso es lo que nos une.

— Estoy seguro.

Hablé mucho tiempo con el hombre desconocido hasta que me sumergi en un sueño profundo. Horas después desperté porque alguien me estaba moviendo. Una de las azafatas.

— Buongiorno signorina, siamo arrivati in Italia.

Mire a mi alrededor y casi todos habían bajado del avión, incluso el hombre que me acompañaba. Le sonreí amablemente a la mujer y me levanté de mi asiento.

Baje del avión y respiré el nuevo aire. Italia, esto era Italia. A lo lejos pude percibir al hombre como se había sentado conmigo se alejaba con su maleta, dió una mirada hacia donde yo estaba y se quitó el sombrero en señal de saludo. Le dediqué una sonrisa mientras lo veía subirse al taxi.

Aun no te había encontrado, Hannibal, pero ya te sentía sorprendentemente cerca.

Doctora Bloom || Hannibal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora