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Entré a la casa de Hannibal, estaba nerviosa por este reencuentro: ¿Cómo me recibiría después de tantos meses sin verlo?, alguien abrió la puerta por mi, era un hombre bajo y con un gesto de preocupación. Suponía que era uno de los pacientes de Hannibal.

— Oh, discúlpame, soy Franklin. Es un placer — estrechó mi mano de manera muy energética, al punto de marcarme — Supongo que eres la próxima cita del Doctor Lecter.

Sonreí mirando la entrada — Algo así.

—¿Algo así? — preguntó extrañado, me sorprendió que nuestro intercambio vaya más allá de un saludo.

— Bueno, no soy su paciente en realidad, soy una vieja conocida — lo medite unos segundos — hace unos años tomaba terapia con él.

— ¿Eres su amiga?

Sonreí — Si, si así quieres llamarlo.

— Bueno, el doctor Lecter y yo también estamos comenzando una relación de amistad, a pesar de que es mi terapeuta. Es bueno tener amigos.

En realidad dudaba que Hannibal sea amigo de alguien tan alegre y energético como él, sonreí y él sacó una tarjeta de su bolsillo.

— Este es mi número, por si alguna vez quieres ir a tomar un café conmigo — me guiñó el ojo — los amigos de mis amigos también son mis amigos.

— Gracias Franklin — sonreí y me despedí de él mientras leía su tarjeta. Eso había sido un poco raro, quizás lo más raro desde que volví a Baltimore. Y eso que estaba cubriendo el vaso de un tipo que se comió una oreja.

Subí al recibidor y me detuve en el consultorio de Hannibal, la puerta estaba cerrada, suspiré y toqué un par de veces.

Abrió la puerta, sus ojos se abrieron con sorpresa, para después darle lugar a una imperceptible sonrisa que fue creciendo mientras escaneaba su rostro.

—¿Astrid, qué haces aquí?

Rápidamente me envolvió entre sus brazos, realmente parecía sorprendido de verme, sonreí y nos separamos mientras acunó mi cara sobre él.

— Luces — me miró por unos segundos — hermosa. ¿Cómo no me avisaste que volverías?

— Volví hace apenas tres días, pensé que Alana te lo diría, pero al parecer quería sostener el efecto sorpresa también.

Juntó nuestras manos con dulzura y me guió hacia adentro del consultorio.

— En realidad no puedo creer que estés aquí, espera — me miró sorprendido — ¿Eso quiere decir que ya eres psiquiatra? ¿Terminaste tus estudios en Berlin?

— Así es, estás hablando con una psiquiatra.

Me volvió a abrazar, esta vez con más cariño, me concentré en su aroma. Ahí estaba él, igual que siempre, con la misma elegancia, el mismo estilo de ropa y la misma fragancia que tanto extrañaba.
Ambos nos sentamos en el sofá, él aún sostenía mi mano.

— Me intriga saber que te trae por aquí, no es que me importe, lo único que me importa es que volviste.

Tomó mi mano y depositó un beso en ella, aunque noté que mantuve su boca ahí unos segundos, como si estuviera inspeccionando algo.

— Si te lo digo no vas a creerlo, es una locura.

O tal vez si lo creería... Me miró con unos ojos distintos a los que me dió cuando llegué, entonces entendí que él estaba sospechando.

—¿Will Graham?

Sonreí levemente — Todo obra de Alana, está realmente desesperada por sacarlo del lugar donde está.

Negó varias veces acariciando mi mano.

— Will y Alana tienen una relación especial, profunda, no me extraña que cometa una locura con tal de liberarlo. A veces me preocupa tu hermana.

— Si, pero.. — me detuve midiendo sus palabras — tengo que confesar que estoy intrigada, tuve una entrevista con él — me miró sorprendido — espero que no te moleste, bueno, Jack Crawford me contó que fuiste su terapeuta durante un largo tiempo.

— En absoluto, no eres la única que le hará entrevista.

— Como te decía, estoy intrigada por Will. Su caso es curioso, parece no recordar nada, ¿Inocencia o simplemente está fingiendo?

— Debilidad — fue lo único que contestó.

—¿Ves liberación tan difícil como la veo yo?

— Quizás aún más.

— ¿Que me dices de Abigail Hoobs?

Apartó la mirada con dolor, y a pesar de que nuestras manos seguían juntos, ví como una pequeña lágrima caía por su mejilla izquierda. Me dolió verlo así. Me acerqué aún más a él y lo abracé.

— Lo siento mucho, sé que ustedes dos eran un tanto cercanos.

— No pude salvarlos — contestó con voz ronca — ni a Will ni a Abigail. Ella merecía una familia que la quiera, una familia normal y...

— No es tu culpa — contesté segura.

Lo separé de nuestro abrazo y me acerqué a sus labios con un poco de duda, pero al ver que él también intercedió, los uni en un beso suave. Un beso que detonaba reencuentro.

— Estoy feliz de que hayas vuelto, te necesitaba, te necesito.

— Después de todo esto, dudo que vuelva a irme de este lugar.

¿Iba a abandonar a Hannibal, a Will y a Alana tal cual como lo hice con Hazel y Elio? No podía hacerlo, no era capaz. Era mi vida, y tenía que aceptarla. Will Graham era parte de mi vida ahora.

Doctora Bloom || Hannibal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora