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— Entonces es lo que siempre pensé, re hiciste tu vida, te casaste, tuviste una hija y ahora vuelves a mi porque no tienes otra opción, porque necesitas proteger a tu familia del Dragón.

No contesté nada, mis emociones aún seguían a flor de piel por la aparición de Ruby. Quería controlarme, quería fingir que todo estaba bien.

— ¿O hay algo detrás de tu hija que me estés ocultando?

Negue sin mirarlo, si lo veía a los ojos iba a revelarle la verdad sin la necesidad de abrir la boca.

—¿Ruby es mi hija, es eso?

Hizo la pregunta. La hizo. Tartamudee hasta que finalmente lo miré, tomando coraje para formular una respuesta coherente.

— Perdiste el derecho a hacerme esas preguntas personales desde hace mucho tiempo.

—¿Perder el derecho? Creo que siempre fui justo contigo, no tienes nada que reprocharnos.

Reí con amargura — Entonces es así, nosotros somos pareja por un largo tiempo, una relación basada en la mentira más peligrosa: uno de ellos es un asesino en serie. Me pides que escape contigo, como no acepto, escapas con Bedelia y mientras tanto estás resentido con Will porque él debía ser el que esté contigo en Europa. Entonces, ¿Quien es la verdadera esposa de Barba azul? Porque francamente a mi me hubiera gustado ser la última.

Él no respondió nada, me inspeccionó, quizás sorprendido pero rápidamente recobró la postura.

Sus ojos de lobo me escanearon como si fueran a devorarme — No esquives el tema principal. Si estás ocultandome eso voy a hacer tu vida imposible hasta que me reveles la verdad.

—¿Es una amenaza?

— Tómalo como quieras.

— ¿Que vas a hacer? — me acerqué al vidrio — ¿Vas a mandar al Dragón rojo a que nos mate, como hiciste con la familia de Will?

— Una vez te prometí que nunca te lastimaria, y yo cumplo mis promesas Astrid — contestó serio — Pero no voy a permitir que me mientas con algo como esto, te lo preguntaré una vez más: ¿Ruby es mi hija?

Frunci mis labios, iba a contestar pero la puerta se abrió y por ella entró Alana.

— Fin de la visita, Astrid. Déjanos solos. — miró desafiante a Hannibal — tenemos algunos asuntos que tratar con el doctor Lecter.

"Asuntos", sabía que esos asuntos tenían que ver con lo que había hablado está mañana. Era el momento.

—¿Astrid? — repitió mi hermana y yo asentí.

Me alejé, iba a salir por la puerta pero le dedicó una última mirada a Hannibal y con mis labios esbocé un débil "Sí", realmente espero que el me haya entendido, y creo que por el cambio en su expresión lo hizo. Salí con el corazón en la boca y con una sensación amarga.

Me costó recomponerme.

— ¿Estás bien?

Aparté la única lágrima que había caído, no quería lucir débil frente a él, menos luego de salir de ver a Hannibal.

— Si, no es nada, un simple momento de debilidad.

Su mirada se suavizó. — Ruby está con Margot, te estaba buscando, creo que deberías hablar con ella.

Asentí y caminé en busca de mi hija, hoy ella había cruzado un límite y en parte era mi culpa, yo la traía a este mundo. Un mundo en el que indirectamente pertenecía. La ví a lo lejos.

—¿Qué pasa, nena? — pregunté agachándome a su altura — ¿Estás aburrida?

— ¿Puedo ir a jugar con Han.. Hanni..?

Tragué con dificultad al escuchar su intento de pronunciar el nombre de quien es su padre.

— No, cariño. Vamos a ir por algo de helado y luego a casa.

— ¿No esperaremos a la tía Alana?

La tomé en brazos, y me aferré a ella asegurándome de que sienta mi protección.

— Podemos verla otro día, ahora es tiempo de ir a casa. ¿Si?

— ¿Crees que algún día pueda traerle un dibujo al hombre al que tienen secuestrado?

Inevitablemente rei ante la descripción de Hannibal.

— Quizás — la miré con duda — ¿Es lo que quieres?

— Si — bostezó y se apoyó contra mi hombre.


Doctora Bloom || Hannibal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora