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Después de pensarlo mucho, fui a visitar a Hannibal a su despacho, no quería que piense que estaba rara con él, aunque últimamente le estaba dando muchas razones para que lo crea. Toqué la puerta rogando no interrumpir su sesión con ningún paciente, escuché unos ruidos externos y después él abrió la puerta.
Al principio me miró sorprendido, pero luego sonrió.

— Astrid, que encantadora visita. ¿Cómo estás?

Ni siquiera un beso, un abrazo o uno de sus habituales saludos. Ok, primer actitud rara, o estaba enojado por mi repentino despecho o estaba ocupado con algo.

— ¿Estás ocupado? — pregunté nerviosa — no queria interrumpir nada.

— En lo absoluto querida, pasa.

Di los primeros tres pasos y ví la cabellera rubia de una mujer sentada de espaldas, ella me miró y arriba abajo. Era hermosa, tenía unas facciones simplemente únicas y un excelente gusto para vestirse.
Suspiré internamente, era todo lo que un hombre refinado y elegante como Hannibal esperaría.

Al parecer él notó mi intensa mirada hacia la mujer y decidió intervenir.

— Astrid, ella es Bedelia Du Maurier, una querida amiga.

¿Una querida amiga? La rubia se levantó y caminó hacia mi dirección, extendió su mano y la estrechó con la mía. Sus movimientos eran suaves y delicados, su rostro no mostraba nada, simplemente desinterés.

— Astrid Bloom, un gusto — saludé sin expresión.

— He oído un poco sobre tí — murmuró con voz lenta. Se acercó a mi y el olor de su perfume inundó mi círculo. — Eres más hermosa de lo que Hannibal te describió.

Algo en ella me generaba desconfianza, no sabía que, esbocé una sonrisa fingida, no quería ser descortés con ella.

Mire la mesa en la que antes ella estaba sentada, había restos de té y de bocadillos, se notaba que estaba siendo una larga visita que yo justo había interrumpido.

— Lamento mucho la interrupción, nuevamente — voltee a mirar a Hannibal — puedo venir más tarde, o quizás mañana, debí haberte llamado.

Él iba a contestar pero Bedelia se adelantó.

— Para nada, yo ya me estaba por ir — tomó su cartera roja y guardó un par de sus pertenencias, entre ellas, un labial rojo, miró a Hannibal y le sonrió — Tuvimos tiempo suficiente para conversar.

— Puedes venir cuando quieras — contestó en voz baja — mi casa está abierta para tí, Bedelia.

Mis ojos se abrieron ante esa declaración. ¿Ah, si?

Ella asintió levemente y me miró con una media sonrisa.

— Fue un placer conocerte, Astrid.

— Igual, Bedelia — remarqué su nombre, sonreí deseando que se vaya de una maldita vez.

Hannibal la acompañó hasta la puerta, yo me quedé parada en el medio del espacio sin saber muy bien que hacer, y pensando en la hermosa mujer que se había ido. ¿Acaso tendría alguna relación amorosa con Hannibal? ¿Serían conocidos demasiado cercanos? O simplemente sería alguien del pasado.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por un suave toque en mi espalda, Hannibal posicionó su mano ahí y nos guió a ambos suavemente al sofá.

Me senté a su lado, el corrió un mechón de mi cabello y acarició mi mejilla.

— Eh, ¿Que tipo de relación tienes con la señorita Du Maurier? — pregunté sonando más directa de lo que pretendí.

—¿Eso es un problema para ti? — preguntó sonriendo y al no tener una respuesta firme de mi parte contestó — Fue mi terapeuta durante algún tiempo, luego rescindimos con las terapias y ahora somos amigos que frecuentamos.

Claro, ¿Cómo no se me podría haber ocurrido algo así? Preguntó mi voz interior irónica.

—¿Por qué dejaste de tomar terapia con ella?

Él siguió acariciando mi rostro, concentrado en cada detalle de él.

— Estás haciendo muchas preguntas hoy, Astrid.— suspiró — llega un punto en el que la relación entre un terapeuta y su paciente puede quebrarse, generalmente por falta de confianza. ¿Nunca te pasó eso cuando tomaste terapia conmigo?

Negué sonriendo y acercando mi cara peligrosamente a la suya.

— Nunca.

— Quiero que me hagas compañía hasta que venga mi próxima paciente y tengas que irte — dijo acercando su cuerpo al mío, acomodé su corbata.

—¿A qué hora viene?

— Margot Verger — pensó un segundo — a las seis, así que tenemos dos horas para nosotros solos, ¿Cómo lo ves?

Volví a desacomodar su corbata.

— Mas que tiempo suficiente.

Doctora Bloom || Hannibal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora