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— Al fin conozco su rostro, señorita Bloom. Solo he escuchado maravillas sobre usted.

Frederick Chilton extendió su mano para tomar la mía y depositar un suave beso ahí. A simple vista, no parecía un mal sujeto, pero tenía una sonrisa un poco retorcida que sugería otra cosa. Lo observé de cerca, un chantajista manipulador, sin duda. O al menos eso parecía.

— Me sorprendió su invitación, doctor Chilton — admití — pero imagino que si escuchó cosas buenas sobre mi cuando estuve solo un día en su hospital, debo estar haciendo las cosas bien.

Él asintió y me invitó a tomar asiento en un sillón, tomó dos copas y vertió vino en ellas.

— Es de mi reserva, dulce, el mejor vino que probará, se lo aseguro.

Tomé un sorbo y sentí el gusto dulce, combinado con el alcohol era una fiesta de sabores en mi boca.

— Nada mal — sonreí cortésmente.

Sonrió y me inspeccionó unos instantes, para luego comenzar a hablar.

— Claramente no te invité solo para ofrecerte una copa de vino, quiero hablarte de Will Graham.

Me puse seria, claro, ¿De qué más si no?

— Oí que tuvieron una entrevista hace poco.

— Más que una entrevista, fue una segunda opinión profesional que mi hermana me pidió realizar, y como tuve el aval del FBI, pude llevarla a cabo. Con mi hermana llegamos al mismo diagnóstico y espero que se pueda usar como instrumento en el juicio.

— Eso está bien — asintió — muy bien. Voy a serte franco, Astrid, Will Graham es el destripador que la prensa no esperaba, y eso hace el caso aún más importante. ¿Cómo alguien con sus características podía cometer los crímenes que cometió?

Suspiré — Lo sé, a veces simplemente es cuestión de mirarlo a los ojos y no poder creer que alguien como él haya tocado el límite.

—Y aún así — dijo mirando la copa — con todas las pruebas en contra de él, se las empeña para intentar convencernos de que investiguemos al doctor Hannibal Lecter porque es el verdadero culpable. ¿Cómo se supone que tengo que reaccionar ante eso?

— Me enteré por Alana de eso, fue raro que la vez que conocí a Will no mencionó nada.

Tomó un archivo de la biblioteca y empezó a pasar las páginas, no tenía que ser muy inteligente para darme cuenta de que se trataba del archivo de Will.

— Hannibal Lecter tiene citas semanales con Will — leyó — te sorprenderá saber que Will ya no quiere que eso ocurra.

Me quedé mirándolo, ¿Estaba diciendo que Will había pedido que Hannibal deje de ser su psiquiatra? ¿Y que tenía que ver yo en todo esto?

— Todavía no sé quién eres, ni cómo lo lograste, pero Will te quiere a ti. No a Hannibal, no a Alana, ni a ningún otro psiquiatra que desde el hospital le podríamos brindar.

—¿A mi?

No entendía, ¿Por qué Will querría tenerme como su psiquiatra ocasional cuando ni siquiera tuvo la confianza suficiente para decirme que sospecha de Hannibal durante nuestra entrevista?

— Estoy tan sorprendido como tú. Esta mañana ví a Will Graham y me pidió que su caso quede a mano de dos personas: de Astrid Bloom y de mi. Así que — apoyó sus manos sobre el escritorio — estamos juntos en esto.

Yo no tenía palabras, nada de lo que este hombre estaba diciendo tenía sentido.

— Mañana Will tendría cita con Hannibal, así que pronto va a enterarse que ya no va a tratarlo.
Para ser franco, el doctor Lecter me cae bien, pero no parece el tipo más confiable del mundo. Y si Will desconfía, entonces, es porque hay algo mal en él.

Me mordí elnlabio con impaciencia. Hannibal iba a odiarme, detestarme, iba a brindarle terapia a su antiguo paciente, con quien tuvo un vínculo emocional y quién lo está acusando de asesino.

— No lo sé, no es profesional, Will ya tiene un psiquiatra asignado y no soy yo, sería cruel tomarlo como paciente después de que...

Omití la parte de que yo tenia una relación "casi amorosa" con Hannibal.

— El chico está solo, el FBI lo abandonó, se siente traicionado por su psiquiatra y solo necesita un poco de consuelo hasta su juicio, dónde probablemente el veredicto salga en contra — hizo una pausa — y lo sabes, y deba pasar el resto de su vida en una celda por algo que no recuerda que hizo.

Me sentí mal, y pensé en Alana, en Winston, incluso en la tal Abigail que tanto lo quería y terminó siendo una cruel víctima de su enfermedad mental.

— Está bien, lo haré. Tomaré las citas terapeutas de Will.

Sonrió con suficiencia y se apoyó sobre el respaldo del asiento.

— Ahora todo lo que tenga que ver con el Destripador de Chesapeake nos incumbe. A ambos.

Doctora Bloom || Hannibal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora