Carta 175

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Luke Hemmings

Tenía la oportunidad de tomar un auto y salir de aquí, pero no quería defraudar a mis padres y al señor Wilde, en especial al señor Wilde, el se comporto muy bien conmigo y con mi familia. Acababa de llegar a al aeropuerto de una ciudad desconocida. Nadie me quiso decir a dónde me llevarían.

Los guaruras del señor Wilde me llevaron a una sala, entramos y me hicieron sentarme. Minutos después entraron 11 adolescentes "enfermos" como yo. Los guaruras nos tomaron y nos hicieron subir a una camioneta negra, con los vidrios blindados. Me sentía como delincuente como una súper estrella.

Éramos 8 hombres y 4 chicas.

-El señor Wilde, tiene una asociación.-dijo uno de los guaruras-Cada año, junta a varios adolescentes con problemas como ustedes para hacerlos entrar en razón.-todos lo mirábamos con atención.- En este lugar hay reglas. Deben seguirlas al pie de la letra.

-¿Y si no lo hacemos?-preguntó un chico, el más tatuado de todos.

-No les haremos nada.-contestó otro guarura.

-Entonces...-hablé-si no nos van a hacer nada ¿Cómo nos harán entrar en razón?

-Existe algo que se llama "humanidad", no sé si la conozcan.

La camioneta se detuvo. Todos nos asomamos por las ventanas. "Bienvenidos", decía un letrero con letras enormes, el auto avanzó. Todo estaba lleno de árboles y flores, era como un bosque muy colorido. La camioneta se volvió a parar y los guardias bajaron. Abrieron la puerta y nos bajaron junto a nuestras pertenencias.

Todo esto era como un campamento.

Entramos a una cabaña, donde supuse que nos quedaríamos. Pegada a las paredes había dos literas, una a la izquierda y otra a la derecha. Era un cuarto grande. Había una lámpara a un lado y de la puerta y también un sillón. A un lado de cada litera, había un closet.

Nosotros ocuparemos 3 cabañas. 4 en cada una. Las cabañas son de madera, pero todas tenían un color. Estas eran azul, roja y rosa.

-Nosotros somos Rodríguez-se señaló así mismo. Rodríguez era el que nos habló sobre la asociación.- y el es Reyes. Nosotros seremos sus jefes mientras están aquí. En la cabaña roja se quedarán-miró su lista.- Town, Becher, Berg y Smith.

-¿Cuál Smith?-preguntaron 3 al unísono.

-Héctor, Héctor Smith. En la cabaña rosa, se quedarán Salvin, Lowell, Mattson y Smith.

-¿Cuál Smith?-volvieron a preguntar.

Rodríguez rodó sus ojos.

-Hannah Smith. Y en la azul, Hemmings, López, el Smith sobrante y Miller.

Tomamos nuestras cosas y caminamos a nuestras respectivas cabañas.

-Una cosa antes de que socialicen entre ustedes.-todos miramos a Rodríguez.- No le cuente a los demás sobre ustedes. Aquí nos conocemos por los apellidos. Nuestro pasado ya no importa. Aquí vivimos el presente y esperamos con ansias el futuro.-dicho esto, Reyes y Rodríguez se fueron.

Entre a la cabaña y me senté en el piso.

López, Smith y Miller entraron. López tomó la cama de arriba de la litera derecha. Smith tomó la de debajo de esa misma.

-¿Arriba o abajo?- me preguntó Miller.

-Me da lo mismo.-le dije.

-Te estoy preguntando. ¿Cuál quieres?

-La de abajo.

Abrí mi maleta y me acerque al closet. Estaba dividido en dos. Yo puse lo mío en la parte izquierda. Mi madre había puesto en la maleta todo mi closet, como siempre.

Miller hizo lo mismo que yo, los otros se fueron. Miller me miró y me sonrió. Él era el chico tatuado. Se veía muy amable. Mientras acomodaba mis cosas, miraba sus tatuajes. Unos eran estupendos, otros muy ridículos. En su cuello, tenía tatuado el rostro de una mujer. Era uno de mis tatuajes favoritos.

-¿Por qué estás aquí?-le pregunté.

-Maté a mi familia.- me quedé boquiabierto.- Es mentira.- empezó a reírse. -Solo puedo decirte que soy como Robín Hood. Yo robo para los demás.- dijo orgulloso.- ¿y tu Hemmings, que haces en este lugar?

-Mis padres me enviaron a este lugar porque le rompí el corazón a una chica.-me miró confundido.

-¿En serio? Que estupidez.

-No es una estupidez. Yo le hice bastante daño ella.

-El hecho de que hayas roto su corazón ya es mucho. Sí le hiciste otra cosa, eres un puto marica.

-Lo sé.-dije triste.

Termino de acomodar su ropa y se acostó en su cama.

Una trompeta empezó a sonar. Mire por la ventana. Todos salieron de sus cabañas y empezaron a caminar.

-¿Qué fue eso?-me preguntó Miller.

-Todos están saliendo. Es mejor que vayamos con ellos.

Salimos y caminamos junto a los demás. Entramos a un comedor enorme. Rodríguez se acercó hacia nosotros y nos entregó una charola a cada uno de nosotros.

-La comida está por allá.-señalo unas bandejas.- deben formarse, esperar su turno y podrán comer todo lo que quieran. Coman muy bien, porque mañana quien sabe si coman.

Nos formamos y esperamos nuestro turno. Muchas personas nos miraban y comentaban entre ellos. Odiaba que hablaran de mí a mis espaldas.

Puse en mi charola una hamburguesa, una manzana y mucho espagueti. Tome una botella de agua y me senté en una mesa vacía. Le di una gran mordida a mi hamburguesa y la saboree.

-¿Puedo sentarme contigo?-me preguntó Miller.

Asentí.

El se sentó. Después todos los adolescentes enfermos, se sentaron.

Entre todos nos empezamos a llevar muy bien. Las chicas eran muy rebeldes, pero agradables.

Nos habían dicho que no habláramos de nuestro pasado, pero todos lo hicimos. Rompimos una regla, que rudos fuimos.

Al terminar de comer, dimos una caminata, seguíamos contándonos cosas. Con los que mejor me estaba llevando era con Miller, el chico Robín Hood, y con Smith, la rubia oxigenada. Con los demás no es que me llevara mal, solo que no tenía tantas cosas en común con ellos.

-Es tu turno Hemmings- dijo Salvin-¿Por qué estás aquí?

-Le rompió el corazón a una chica-contestó Miller por mí.

-Que rudo soy-dije y todos rieron.

-Ya en serio.

-El señor Wilde-dije serio- me obligó a venir aquí.

-¿Conoces al señor Wilde?-me preguntó con asombro Becher.

-¿Ustedes no?

Todos negaron.

-Dicen que es muy amable y que está agradecido con la vida. Por eso creo este lugar.-habló la rubia Smith.

-¡Chicos!-alguien gritó detrás de nosotros. Nos detuvimos y miramos atrás.

-Es mejor que vayan a descansar-dijo Reyes montado en un caballo.- mañana será un gran día.

Regresamos a la cabaña y yo me metí a bañar.

Me di un gran baño y me acosté. Me sentía relajado. Mire mi muñeca asegurándose que aún tuviera la pulsera de Hera. Bese la pulsera y me acomode. Con su pulsera la sentía cerca de mí, eso me alentaba a comportarme mientras estuviera en este lugar. Tenía el presentimiento de que todo esto sería difícil, nada será fácil, y si no estaba cerca de ella yo estaría perdido.

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