_10_ (Primera Parte)

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Debra

La reunión con Aaron ya había terminado. No tenía ni idea de que hubiese que hacer tanto papeleo por el sólo hecho de haberme trasladado desde Londres a Phoenix nuevamente. Ahora me hacía una idea de todo de lo que tuvieron que hacerse cargo los abogados de los Cannagan tras salir huyendo de esta ciudad aquella noche.

Recordaba la llamada que recibí de Aaron confirmándome la fecha de la reunión que tendríamos con la Sede de Arte de Nueva York. Fue la señora Daisy la que tuvo que responder por mí. Yo me encontraba tumbada en la cama, encogida como una pequeña bolita frágil que no podía parar de llorar por lo ocurrido apenas unos días atrás.

No estaba en las condiciones más adecuadas para hacer frente a aquella reunión y mucho menos para volver a Estados Unidos, de modo que Aaron junto a los abogados de los Cannagan fueron los responsables de dar la cara por mí.

Dos meses y medio después, algunos de los socios de la Sede volaron hacia Londres para tener una pequeña reunión con la creadora de las obras que decidieron exponer en Nueva York y que tanto éxito estaban teniendo. Estaban deseosos de poner al fin cara a su nuevo fichaje artístico.

Aquel día fue uno de los pocos que logró disipar mi tristeza al conocer la noticia de que mis cuadros cruzarían el mar para ser expuestos allí, justo en el Saatchi Gallery de Londres.

—Volveré a llamarte pronto, mi flor. —Acarició mi brazo dedicándome una sonrisa.

Asentí devolviéndole el gesto y me quedé pensando unos segundos en todo lo que había hecho ese hombre por mí.

—Cuídate, ¿vale? —Dejó un pequeño beso en mi frente.

—Lo haré.

Realmente Aaron Carter era uno de mis ángeles.

Cada uno tomó su camino. Yo debía regresar a casa para prepararme, el señor Newman y Drake habían regresado a la ciudad y lo primero que exigieron fue una cena conmigo para darme la bienvenida ya que no pudieron asistir a mi llegada.

¿Y cómo decir que no? Yo también estaba ansiosa por verlos a ambos. Los había extrañado de la misma forma que a los Cannagan, ellos también eran parte de mi familia.

Saqué mi teléfono mientras caminaba hacia la parada del autobús, miré el horario una vez más para asegurarme de que iba bien de tiempo, no quería retrasarme. Una vez confirmado que todo estaba bien, me senté en los sillones a esperar a que el bus pasara a recogerme, apenas quedaban seis minutos.

Eché la cabeza hacia atrás dejándola reposar contra el cristal de la marquesina y cerré los ojos para evitar el contacto visual directo con el hermoso sol que lucía hoy. El día era precioso, el piar de los pajarillos lograba opacar el ruido de los coches que pasaban frente a mí y el clima era bastante cálido.

—¿Uh?

Levanté la cabeza y comencé a mirar de un lado a otro con algo de desesperación en cuanto esa escalofriante corriente inundó mi cuerpo de la misma forma que lo hizo un par de días atrás cuando salí del Larson’s con Eros.

A pesar del moderado calor que hacía, mi cuerpo tan sólo podía temblar del frío que sentía al no poder encontrarle.

Seguí mirando en todas las direcciones al tiempo que pedía a gritos en mi cabeza que el autobús llegase ya.

Dos minutos.

Podía visualizar el gran vehículo acercándose por una de las esquinas de la avenida, pero cuanto más cerca estaba de la parada, más intensa sentía aquella corriente que lograba a pasos agigantados desestabilizar mis sentidos.

Ritual II: La historia comienza... ¿de nuevo? © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora