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Sam




Sí, podríamos…

—¿Por qué no vamos ese fin de semana?

—¡Claro! Aprovechemos nuestro día de descanso yendo a ese sitio.

La organización no est…

—Hace tiempo que no salgo de fiesta.

—Desde que llegamos a este sitio no nos dan ni un maldito segundo de respiro.

Hay que avisar a…

—¿Tú que opinas, Riley?

Giré mi cabeza enseguida en dirección a Timmy y a Bruce. Nuestro grupo se encargaba de asegurar el perímetro cerca de Marcus, quien se encontraba en la mesa de la terraza junto a su fiel mascota, Fabio, en este momento. Mientras tanto, los cuatro restantes del círculo de seguridad se encargaban de revisar los alrededores con el resto de guardias de la propiedad.

Troy Marcus mantenía una conversación con Fabio y trataba de obtener cualquier mínima información, algo que en los últimos días no dejaba de ser una tarea complicada al encontrarme en compañía de los dos tipos más charlatanes que había conocido en mi corta vida.

—Riley, —intervino de nuevo Bruce —¿nos has escuchado?

Ambos se cruzaron de brazos y arquearon sus cejas a la espera de una respuesta, ¿pero qué debía responder? No estaba atento a lo que habían hablado así que sólo me limité a exclamar un alto ‘Claro’ que les hizo sonreír enseguida.

—¡Genial! —Timmy palmeó mi hombro entre risas. —Entonces decidido. En nuestro día libre saldremos de fiesta.

Abrí los ojos sorprendido por aquello. ¿Acababa de aceptar salir de fiesta con estos dos? Suspiré sabiendo que no había forma de retractarme. Era la primera vez desde que llegamos a esta cárcel que tendríamos un día de libertad. Lo que aún me seguía pareciendo algo extraño era que sólo nosotros tres gozaríamos de ese día libre, en cambio, nuestros compañeros tenían la orden de quedarse aquí ese sábado. Supuse que Marcus no podía darse el lujo de prescindir de todos los hombres de su círculo de seguridad.

Entonces decidido.

Giré mi rostro en dirección a esas palabras ahora. Marcus había vuelto a hablar. En ese momento tanto él como Fabio lucían unas sonrisillas cómplices que me hicieron sospechar que se traían algo entre manos. Mi misión en este lugar era clara, pero a cada momento se me complicaba más al no tener la oportunidad de estar solo ni un segundo.

—Necesito urgentemente una chica. —Los chicos seguían hablando sobre lo que harían ese día libre. —¡Oh, Dios! Extraño el cuerpo de una buena hembra montándome.

Rodé los ojos ante aquellos estúpidos comentarios. A cada momento entendía por qué las mujeres nos tildaban de seres tan básicos y estúpidos.

¡Oh, hola, preciosa!

Levanté la cabeza de inmediato y mi mirada se clavó enseguida en Marcus y Fabio, al parecer la señorita Lawrence se les acababa de unir.

Ritual II: La historia comienza... ¿de nuevo? © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora