_40_ Habitación azul

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Debra

No tenía la menor idea de dónde estaba. Nunca antes había estado en esta habitación y, queriendo mantener a raya mis nervios ante lo que Hades tuviera pensado hacer conmigo para castigarme, observé a mi alrededor sin parar.

De lo primero que me di cuenta era que la estancia era similar a su habitación, quizás un poco más pequeña. Los ventanales, a diferencia del resto que adornaban cada rincón de esta casa, estaban tapados por grandes cortinas oscuras que impedían la entrada de la luz del sol, pero aquello no era todo, una leve luz azul ambientaba el sitio.

Esbocé un pequeño grito cuando Hades me sorprendió tirando de mi muñeca hacia algún lugar en mitad de la habitación, pronto me di cuenta que se trataba de la cama, la cual estaba revestida por una única sábana al parecer también azul, acorde a la luz. Me giré un poco siguiendo en mi reconocimiento de ese lugar descubriendo un cabecero de hierro con detalles negros en formas circulares.

—¿Qué es e-este s-sitio? —Pregunté con torpeza al darme cuenta de los enormes armarios que rodeaban las paredes. No tenía idea de qué podría haber detrás de sus puertas, pero no me gustaba la sensación de estar en esa desconocida habitación con tanto misterio alrededor.

En mitad de mi tensión y nervios no me di cuenta de que tenía a Hades justo delante de mí, de pie, con sus brazos cruzados mirándome con esa altitud en su expresión que me hacía sentir pequeña frente a él. Encogí mi cuerpo involuntariamente aunque trataba de no mostrarme débil ante él.

No merecía verme a sus pies cuando él mismo lo había jodido todo. Sabía lo retorcido de la situación teniendo en cuenta que mi propia mente me hizo provocar todo esto, pero él fue el principal culpable por no saber parar su complejo de macho al que le encanta ser deseado y haber permitido que Rachel se hiciera esas ilusiones que la habían llevado a tratar a mi hombre como si fuera suyo.

—Muy bien, ratoncita. —Le mantuve la mirada a pesar de que esta me resultaba más intimidante que nunca. —Nunca creí que llegara el momento de hacer esto, pero es hora de que aprendas que las imprudencias se pagan —se reclinó levemente hasta quedar un poco más cerca de mi rostro —y que hay ciertas líneas conmigo que no debes atreverte a pasar.

No lo pude evitar. Su semblante se mantuvo serio en todo momento, pero que pronunciara esa estupidez me hizo reír inevitablemente.

—¿Líneas? —Repetí sin dejar de burlarme. —¡Ja!

El comentario había sido divertido y fue imposible que lo tomase en serio. Hades jamás me había puesto ningún tipo de límite a pesar de haberle llevado al extremo en algunas ocasiones desde mi regreso, pero aquel pensamiento comenzaba a hacer aguas al ver cómo su mandíbula se tensaba aún más tornando su semblante a uno más rígido.

¿De verdad hablaba en serio?

—A partir de ahora conocerás cada una de ellas. —Avanzó un corto paso en mi dirección. —Y en primer lugar, vas a aprender a obedecerme cuando te ordeno algo, ratoncita.

Por muy en serio que pudiera ir, eso me hizo explotar en risas una vez más dejando mis manos apoyadas a cada lado de mi cuerpo sobre la cama.

—No te creas con el poder de ordenarme nada, Rydenhat. —Repliqué tras calmar mi risa, aunque alcé mi ceja mostrando lo molesta que me hizo sentir lo que dijo. Mi cuerpo seguía temblando al ser consciente de que él seguía sin cambiar su dura expresión. —Soy dueña de mis propias decisiones.

Ritual II: La historia comienza... ¿de nuevo? © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora