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¡ADVERTENCIA! : Contenido de
escenas sensibles de violencia.

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Hades

Los colores.

Hermosa creación de la naturaleza. Una de las pocas cosas de este mundo que hacían que la vida se viera de otra forma.

Verde en los árboles donde habitan las aves, verde en la hierba que se pisa con pies descalzos para sentir la humedad de la noche. La noche, tintada de negra, ambientando lugares para hacerlos más lindos o más tenebrosos según las circunstancias. Azul, color del infinito cielo sobre nosotros, reflejado a su vez en el inmenso mar también azul.

Marrón, tonalidad de la tierra de los campos. Amarillo, como el sol que nos alumbra y nos brinda calidez cada día.

Rojo, como la sangre que corre por nuestras venas y queda expuesta sobre la piel con la rápida caricia de un objeto filoso.

-¿Hablarás?

-¡N-Nhg!

Violeta, igual a los hematomas que aparecen tras un simple golpe.

-Otra vez. -Pedí a Byron.

Blanco, plasmado en cada una de las paredes de esta habitación. La habitación arcoíris, el lugar con el nombre más bello en toda la casa, pero con el significado más horrible tras su nombre.

-Entonces, ¿piensas hablar?

Su rostro estaba completamente golpeado, mostrando cada uno de esos hematomas violáceos en cada tramo de su piel. La sangre brotaba sin parar por cada pequeña fisura situada en sus cejas, nariz y labio tintando de rojo su rostro. Sus blancos dientes perdían ese color asemejado a la pureza por la sangre. Su pelo castaño perdiendo su color original, pasando a un negro casi oscuro debido al sudor por la tortura.

-Otra vez. -Repetí.

Byron tiró una vez más de la fina cuerda enrollada entre sus dedos y rodeada a su vez en el cuello de ese hombre logrando que su piel pasara por un listado de colores debido a la asfixia a la que estaba siendo sometido: Rojo por la presión inicial, morado por la cada vez más falta de oxigeno y azul por encontrarse a punto de colapsar.

Y Sadler relajó de nuevo la presión de sus manos sobre la cuerda dándole la oportunidad de tragar todo el oxígeno que pudo tosiendo a continuación a punto de desmayarse por el cambio brusco de situación.

-¿Piensas hablar? -Me acerqué a él a paso lento. -En un par de horas tengo que atender una visita y -sujeté su pelo echándolo con fuerza hacia atrás para obligarle a verme a los ojos -no estoy dispuesto a perder más tiempo aquí contigo, Andrews.

Paul Andrews, al fin estaba en mis manos. El tipo encargado de distribuir la droga no sólo en los clubes de Marcus, sino también en las calles de las ciudades. El mismo que hizo que Quirk llegase a mí, el mismo que se prestó al juego de Marcus y por el que tantos jovencitos habían echado su vida por la borda al entregarse a esa vida. Tantos... excepto Sam Quirk.

Gracias a él mis hombres pudieron atraparle la noche anterior. Que Quirk nos diera la información de haber oído a Marcus hablar con alguien por teléfono y afirmara que Andrews vendría a Phoenix anoche fue perfecto. Movilicé a todos mis hombres alrededor de la ciudad y sobre todo a las puertas de aquel club donde Patrick y Randall hacía más de un año intentaron darle caza y no obtuvieron nada.

Ritual II: La historia comienza... ¿de nuevo? © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora