_15_ (Segunda Parte)

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Hades

-Creo que deberíamos dejar este tema aquí. -Habló en esta ocasión Marlon, pero no, no estaba dispuesto a parar ahora.

-'La estrella brillante'... -Volví a pronunciar conforme sobaba mi barba tratando de recordar.

-¡No h-hables de él!

Levanté la cabeza clavando mis ojos en los de Debra, quien se había puesto en pie y había golpeado nuevamente la mesa aunque ahora con ambas manos y más fuerza.

-Debi, cielo...

-¡No! -Interrumpió a la señora Daisy sin apartar su mirada de la mía. -¡No q-quiero que él h-hable de ese c-cuadro! -Golpeó de nuevo la mesa. -¡Él no t-tiene ningún d-derecho a hablar s-sobre MI ESTRELLA! -Eso último lo enfatizó golpeando su pecho con su dedo índice dejando en claro su posesión.

Su estrella...

Yo no tenía derecho a hablar sobre su estrella...

'La estrella brillante'...

Su rabia al hablar de ese cuadro...

-Ese cuadro... -Me había dado cuenta al fin. Algunas lágrimas cayeron inevitablemente por sus mejillas.

Me levanté de la mesa haciendo sobresaltar a mis invitados y Debra continuó viéndome nerviosa, con rabia, completamente fuera de si... y al fin había encontrado la respuesta a su actitud y a su necesidad de evitar ese tema.

Salí del comedor a prisas sin dar ninguna explicación y, dejando los murmullos a mi espalda, aceleré mi paso hacia mi despacho.

Ahora todo tenía sentido. La estrella. La estrella brillante. El cuadro. Su actitud. No quería que yo hablase de ello.

-Aquí está. -Murmuré tomando en mis manos lo que buscaba y regresé al comedor.

Todo se mantenía en silencio, tan sólo los leves sollozos de mi ratoncita cortaban el ambiente. La señora Daisy se encontraba acuclillada junto a ella mientras Eros la acurrucaba entre sus brazos. Los hermanos Cannagan lucían preocupados al igual que la señora Loreen. Mientras tanto, Rachel se había cambiado de sitio para quedar junto a su prima Mandy y a Missy, las tres pendientes a su amiga, preocupadas por ella.

Caminé hacia mi lugar en la mesa sin que nadie me tomara especial interés. Quedé de pie con el objeto en mis manos y mis ojos la buscaron de inmediato a ella.

-Es este, ¿verdad?

Ante mi intromisión todos parecieron recobrar el sentido y darse cuenta de dónde estaban porque todas las miradas se clavaron en mí. Debra replicó la actuación del resto y en cuanto vio lo que tenía en mis manos, sus ojos se cerraron en un intento por aguantar las lágrimas al tiempo que un fuerte jadeo doloroso escapaba entre sus labios.

-¿Qué haces con él? -Cuestionó con bastante molestia Eros.

Lo miré con demasiada rabia. El hecho de que él fuese en ese momento el lugar seguro de mi pequeña me mataba. Mi pecho ardía en dolor al verla sufrir y el sentimiento se hacía aún mayor desgarrando por completo mi alma al portar en mis manos justo ese cuadro del que se negaba a hablar en mi presencia.

Ritual II: La historia comienza... ¿de nuevo? © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora