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Debra
*—Te he extrañado tanto…*
Sonreía como una niña pequeña.
*—El olor de tu piel, acariciarte, besarte…*
Aquellas palabras se reproducían en bucle en mi cabeza a pesar de que sólo hubiese pasado menos de una hora cuando Hades me las susurraba una y otra vez al oído en mitad de nuestros gemidos mientras me hacía suya sin cesar.
*—Nunca más te dejaré ir, mi pequeña ratoncita, porque te amo.*
Sentí mis mejillas ruborizarse y, debido al alto nivel de felicidad que portaba en mi sistema, sonreí hasta el punto en que mis ojos se cerraron de la emoción obligándome a parar en el escalón a mitad de la escalera.
*—Te amo. Te amo. Te amo demasiado, Debra.*
—Ya, Vanners. —Abrí los ojos y palmeé suavemente mis mejillas queriendo recuperar la cordura. —Deja de soñar y sigue andando.
Pero a pesar de mi reprimenda, sí, retomé mi camino hacia la cocina, pero sin dejar de sonreír como una estúpida. El agua de la habitación de Hades se había acabado, y no era nada extraño teniendo en cuenta el tiempo que estuvimos encerrado en esa habitación. Cuando llegué a esta casa aún era de día y, mirando a través de los ventanales que vestían la escalera, me di cuenta de que la luna brillaba demasiado en la oscuridad del cielo.
Llevaba la jarra de cristal en la mano para rellenarla y luego volver a la habitación antes de que Hades se despertara y se diera cuenta de que no estaba a su lado, así que bajé los escalones con un poco más de prisa.
—¿Uh?
Paré mi paso casi de inmediato al creer haber escuchado algo en el silencio de la casa. Eran pasadas las doce a juzgar por el reloj colgado en la entrada del hall por lo que di por hecho que el servicio ya estaría durmiendo al estar Hades descansando, pero al parecer no era así.
Fruncí el ceño y clavé mis ojos en un punto fijo a mi espalda al volver a oír aquel sonido. Me concentré y me mimeticé con el silencio del lugar para ver si volvía a escucharlo.—¡Aaaah!
¡Ahí estaba de nuevo! Pero ahora se oyó un poco más nítido. No tenía muy claro de qué podría tratarse, pero casi podía jurar que se trataba de ¿un grito?
—¿Hola?
Me di cuenta al instante de lo idiota que era al decir aquello, pues si realmente hubiese alguien merodeando por allí acababa de ponerle en preaviso de aquella forma.
—¡No, por f-fav…! ¡Aaaah!
Me giré sobre mí misma esbozando un pequeño alarido al quedarme clara la hipótesis de que aquello se trataba de un grito.
A lo largo de mis casi veinticinco años de existencia habría visto quizás unas cuatro o cinco películas de terror. A las chicas y a mí nos gustaba echar a suertes quién elegiría la película en las noches de pijamadas y, gracias a Dios, Mandy no era bendecida muy a menudo por la suerte. Pero aún así, esas contadas películas que sí llegué a ver me enseñaron un par de cosas: que nunca había que separarse del grupo, pues a partir de ese momento las muertes comenzaban a darse; la rubia casi siempre suele ser la primera en palmarla; y, aplicándose a esta situación, que si oyes algo extraño es mejor huir en lugar de husmear donde nadie te ha llamado.
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Ritual II: La historia comienza... ¿de nuevo? ©
AcakTodo acabó de la peor manera para Hades Rydenhat. Descubrir que su pequeña lo había abandonado, que se había marchado sin dejar una sola pista que pudiese ayudarle a encontrarla de nuevo lo mantuvo muerto en vida por segunda vez. Debra Vanners tampo...