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Debra

-Entonces, ¿pudiste descansar?

Asentí en un movimiento automático y continué manteniendo mi mirada al otro lado de la ventanilla, siguiendo el vuelo de unos pajarillos aleteando sobre las copas de los árboles de la gran calle.

-Mentiría si te dijera que yo pegué ojo...

Sus palabras llamaron mi atención y me volví casi de inmediato a verle.

-Pasé gran parte de la noche esperando junto a mi teléfono por si me necesitabas, estrellita.

-Eros... -Susurré un tanto afligida. Ahora entendía por qué sus ojeras lucían un poco marcadas.

Y negó, lo hizo acompañado de una fugaz sonrisilla con la que quiso amenizar mi malestar por ser yo la responsable de su insomnio.

-Me alegra saber que no me necesitaste, estrellita. -Alejó su mano momentáneamente de la palanca de cambio de marchas para sujetar la mía. -Eso significa que pudiste dormir sin que lo ocurrido ayer te atormentase de sobremanera.

Escondí su mano entre las mías acariciándola con pesadez. Tenía razón, aunque a medias. Era verdad que no hizo falta que acudiese a él a pesar de que en un inicio me sentí tentada de llamarle necesitada de su presencia y su consuelo.

No fue necesario...

El recuerdo del dolor en mi pecho al realizar inútilmente aquel ritual presa de las miles de emociones que amenazaban con acabar con mi cordura estuvieron a punto de hacerme colapsar.

Hasta que él apareció...

Aún no podía creerme que, sin entender cómo a estas alturas, ese ritual me hubiese devuelto a Hades anoche.

Aún seguía teniendo muy presente cada una de las cosas que hablamos y mi corazón se comprimía ante el recuerdo de oírle desear estar muerto si con ello mi bebé continuaba con vida. En ese mismo instante mis ojos picaron y una lágrima traicionera resbaló por mi mejilla, la cual traté de ocultar para que Eros no se preocupara de más.

-Me alegra verte un poco más animada. -Presionaba levemente su mano contra las mías dejándome en claro que tenía su apoyo.

¿Y cómo no sentirme de esa forma cuando por primera vez en más de un año dormí de nuevo en paz abrazada a Hades? En mitad de mi llanto amargo, él tiró de mis manos obligándome a quedar tumbada junto a él.

"-Yo me encargaré de hacer desaparecer tu dolor, mi pequeña ratoncita"

En todo este tiempo nada logró paliar mi alma dolida como esas sencillas palabras. Ni los Cannagan con su apoyo incondicional, ni las chicas, ni siquiera Eros a pesar de haber pasado a mi lado los últimos ocho meses creando recuerdos hermosos que me alejaban a veces de la cruel realidad fueron capaces... excepto él. Sólo Hades logró hacer que mi corazón dejase de llorar por una noche. Ayer fui consciente de que mi herida había sido un poco reparada al encontrarme en sus brazos.

Definitivamente él era mi única cura.

Aunque esta mañana desperté sola en el sofá de casa, no me sentí mal. Sabía que la vela lo apartó de mi lado en cuanto su llama pereció, pero en su lugar el cojín donde apoyaba mi cabeza estaba impregnado del irremplazable olor de Hades Rydenhat. Me acurruqué un poco más apresando el pequeño almohadón entre mis brazos, hundiendo mi nariz en él recabando cada molécula de ese aroma que me hacía sentirlo aún conmigo. Así continué un tiempo más hasta que Eros tocó mi puerta recordándome que hoy saldríamos para despejar mi mente.

Ritual II: La historia comienza... ¿de nuevo? © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora