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Debra
El teléfono seguía sobre la mesa del salón. Apagado.
Los últimos dos días fui incapaz de desbloquearlo para ver los mensajes que Eros me enviaba cada día como siempre desde que nos conocimos. ¿Cómo podría hacerlo después de lo que Hades me había confesado sobre él?
Me había mentido, me había engañado con su acercamiento, me había utilizado en su venganza contra su hermano. ¿Pero cómo lo supo? ¿Cómo logró encontrarme? ¿De qué manera averiguó que yo era la mujer de la que aquel día habló su hermano tras descubrir la farsa de Bryanna Lechster?
No podía creerlo. La persona en la que tanto había confiado desde hacía meses, el único que estuvo a mi lado en mis peores recaídas cuando recordaba a mi bebé y a Hades… Él.
Nada había sido real.
—Mi vida…
Cerré los ojos y suspiré. Necesitaba asimilar toda esta nueva información, pero mi mente estaba demasiado rota a estas alturas como para buscar un solo motivo para confiar en que Eros no era tan despiadado como parecía.
—Mírame.
Sus caricias era lo único que me mantenía de pie antes de dejarme llevar por el colapso. Desde que me contó lo que Eros estaba haciendo conmigo trató de consolarme para que no me sintiera una estúpida por confiar a ciegas de un desconocido del que no me preocupé en saber absolutamente nada… ni siquiera su apellido.
Me maldecía una y otra vez por vivir apartada de los medios de comunicación. Si tan solo hubiese invertido unos minutos al día a lo largo de mi vida en ver la televisión y saber acerca del mundo real, quizás hubiese reconocido a Eros desde el principio. Si tan sólo me hubiese interesado por saber un poco más acerca de su familia hubiera terminado descubriendo que él mismo se trataba de un Rydenhat.
Mis ojos se apartaron de la pantalla apagada de mi móvil hasta encontrarse con ese tono meloso que me sacaba de mi propia tortura.
—Tú no tienes la culpa.
Sentí las comisuras de mis labios deslizarse hacia arriba torpemente dando lugar a una pesada sonrisa. ¿Que yo no tenía la culpa?
—Él es hábil en el arte del engaño, ratoncita. Tú no podrías haberte dado cuenta nunca sin conocer su verdadera naturaleza.
Fuera del consuelo, aquellas palabras me hacían sentir más patética. Su brazo pasó por mis hombros, dejó su mano ahí y tiró hacia él envolviéndome en un cálido semi abrazo. Apoyé mi cabeza en su pecho sin apartar una vez más mis ojos del teléfono aún apagado sobre la mesa.
—¿De verdad él…? —Dejó un pequeño beso en mi cabeza mientras me dejaba sentir su mano subiendo y bajando por mi brazo continuando en su empeño por aplacar mi culpabilidad. —¿De verdad él sería capaz de…?
No fui capaz de terminar esa pregunta. La misma sensación que me abordó cuando le hice la misma pregunta a Hades un par de semanas atrás volvía a arrollarme de nuevo.
Volvía a sentir la necesidad de oír una respuesta negativa, pero a la vez la certeza de que volvería a ser afirmativa hacía doler mi pecho. ¿Acaso estaba destinada a no poder fiarme de nadie?
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Ritual II: La historia comienza... ¿de nuevo? ©
DiversosTodo acabó de la peor manera para Hades Rydenhat. Descubrir que su pequeña lo había abandonado, que se había marchado sin dejar una sola pista que pudiese ayudarle a encontrarla de nuevo lo mantuvo muerto en vida por segunda vez. Debra Vanners tampo...