_30_ (Primera Parte)

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Debra




—Deja de moverte.

—No me estoy moviendo.

Lo miré por detrás del lienzo.

—He dibujado la curvatura de tu codo tres veces, Rydenhat.

—Pero no me estoy moviendo. —Alzó justamente el brazo cuyo codo había pintado todas esas veces en mi boceto. —Uy, perdón. —Regresó el brazo a su posición, pero ahora me tocaría volver a retocarlo.

Los días los había pasado junto a Hades. Se las ingeniaba para arrastrarme a su casa o acorralarme en mi apartamento para colmarme de todos esos besos que nos habíamos negado durante tanto tiempo.

—¿Qué haces ahora?

Arqueé una de mis cejas al pillarle soplando hacia arriba. No pude evitar reírme al ver el gesto extraño que aparecía en su rostro por cada soplido realizado. Sus ojos miraban hacia arriba y se cerraban levemente ante su propio aire.

—El pelo me molesta. —Al parecer un pequeño mechón rebelde había abandonado su lugar para situarse sobre su frente.

—Pues apártalo.

—Me regañarás si vuelvo a moverme. —Seguía soplando y yo continuaba riendo.

Me alejé del caballete y lo rodeé hasta lograr quedar frente a él. Tomé el pequeño mechón y lo deslicé por su cabello hasta devolverlo de nuevo a su lugar.

—Ya está.

—Gracias.

Nos sonreímos el uno al otro. Aún mantenía mi pincel en la mano, ya que me había sacado de detrás del lienzo aprovecharía para asegurarme de que las medidas de mi boceto no iban nada desencaminadas de las reales.

Realizar el autorretrato de Hades era mi primer trabajo. En un inicio lo decidí de esa forma para quitarme ese peso de encima lo antes posible y así poder centrarme en el resto de cuadros sin la constante presión de saber que aún me quedaría retratarle, pero todo cambió. Al principio lo quise así para calmar la posible tensión de encontrarme frente a él, pero ahora ansiaba que las horas pasaran muy despacio para estar todo el tiempo posible a su lado.

Rodeé su cuerpo observando cada uno de sus perfectos ángulos, sus perfectas facciones, sus perfectas imperfecciones. Situé mi pincel en medio del coletero que sujetaba mi pelo en un alto recogido que despejaba mi rostro de cabellos intrusos que me impidieran trabajar sin problemas y posé mis manos a lo ancho de su espalda. Deslicé mis dedos tramo a tramo por toda su longitud escudriñando las medidas de sus hombros.

—¿Es acaso esta una nueva técnica para meterme mano?

Noté sus músculos tensarse bajo mis dedos tras decir aquello y sonreí. No pude evitar hacerlo al darme cuenta de cómo intentaba llamar mi atención de esa forma tan adorable. Él sabía perfectamente que su fuerza me enajenaba en cierta medida… pero ahora estaba trabajando, debía concentrarme y ser profesional.

—No te estoy met… ¿Por qué dices eso?

Ignoré su osado comentario y rodeé de nuevo su cuerpo para quedar una vez más frente a él. Acuné su mentón en una de mis manos recibiendo su mirada enseguida al tiempo que liberaba mi pincel de aquel coletero para ahora proceder a tomar las medidas de su rostro. No había olvidado esas medidas, nunca podría, mucho menos después de haber podido acariciarlas con mis dedos incontables veces… Sólo quería asegurarme de que todo iba bien para mi boceto.

Ritual II: La historia comienza... ¿de nuevo? © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora