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Debra

Agotada, así fue como acabé después de todo lo acontecido desde hacía dos días hasta ahora. Apenas había podido descansar a causa del vuelo que nos llevó a Eros y a mí a Montana, luego la tensión por encontrarme en la casa de Hades, a continuación otro vuelo hacia llegar a Phoenix y finalmente el almuerzo y resto de día con los Cannagan.

Seguía siendo una lástima no haber podido ver al señor Newman y a Drake por culpa de un congreso o no recuerdo bien lo que me dijo Missy a dónde debían asistir. Al parecer le habían dado el recado a la rubia de que cuando regresaran al Estado tendrían una cena pendiente conmigo.

—Casita… —murmuré sonriendo descaradamente cuando cerré la puerta de mi apartamento detrás de mí.

Lo primero que hice fue descalzarme y dejar mi bolso sobre el mueble recibidor, luego me encaminé por el pasillo hasta llegar a mi habitación para dejar las maletas. Recorrí la estancia con una mezcla de sentimientos entre nostalgia, tranquilidad y tristeza.

Tomé asiento al borde de la cama y continué viendo cada rincón del lugar. Ahora estaba vacío debido a que debía volver a sacar mis cosas del artillo del armario, pero aún así podía visualizar cada una de las figuritas que adornaban antes las estanterías.

Me golpeaban los recuerdos de cada momento vivido allí. Acaricié el colchón desnudo a falta de sábanas sonriendo débilmente al traer a mi mente aquellos instantes en los que fui feliz, en los que creí que mi vida estaba completa.

Sentí un nudo subir a mi garganta y mis ojos cristalizarse por los días vividos que no regresarían y no podía permitirme flaquear. De modo que me puse en pie, restregué mis ojos y, tras tomar uno de mis pijamas de la maleta, me dirigí hacia el baño. Necesitaba una ducha para terminar de relajarme.

Una vez lista, me fui al salón. A pesar de ser casi las doce de la noche, no tenía sueño, así que pensé en ver algo en la televisión en lo que el sueño venía a mí. Eché el ojo a alguna que otra película, pero ninguna me llamaba la atención, definitivamente la televisión había dejado de ser algo que formara parte de mi vida.

Aún así continué cambiando de canal con la esperanza de encontrar algún programa de variedades o alguna serie que me mantuviese lo bastante entretenida.

Sólo debes decir esas palabras manteniendo presente las cualidades que quieres en tu hombre ideal…

Mis ojos se abrieron como platos y mi mano se paralizó sin mover un solo dedo para cambiar al siguiente canal.

Era ella.

Si tienes a alguien en mente también puedes mantener su imagen en tu cabeza…

¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Era esa bruja! ¡Hablaba de nuevo de ese maldito ritual!

Estaba echada en el sofá, pero me faltó tiempo para tomar asiento y acercarme un poco para confirmar lo que ya creía.

Era ella, no había dudas. Una mujer mayor, con cabello canoso recogido en un peinado extravagante. Vestía ropajes que parecían cómodos, aunque un tanto llamativos y usaba unas gafas de visión bastante grandes.

Recuerda unir tus manos a tu pecho…

La seguía escuchando y sentía cómo irremediablemente mi cuerpo se tensaba, mis manos se anclaron en el borde del sofá presionando mis dedos en el cojín. Mi ceño se frunció a causa de la rabia que lentamente afloraba en mi interior, así como mi respiración se agitaba cada vez viendo cómo realizaba aquel ritual que tanto marcó mi vida.

Ritual II: La historia comienza... ¿de nuevo? © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora