Capítulo 28.

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Como ya no podía arrepentirme -o más bien no tenía el valor de hacerlo- me resigné a que ese domingo tendría una visita de una persona en la que no debería estar confiando y su hija fan de mis gatos.

Me desperté al mediodía, faltaban tres horas, pensé que me daría tiempo para hacer todo sin apuro pero en cuanto salí de mi habitación y miré mi sala de estar noté que seguía igual a como lo dejé antes del viaje; todo tirado por doquier. A pesar de que Vincent o su esposa vinieron aquí diariamente para alimentar a mis gatos es obvio que ninguno se encargaría de eso, ya que no era su deber y le he dicho reiteradas veces que no toque mi desorden porque en él yo me entiendo.

Eso no quita que me daría una vergüenza terrible recibirla y que el lugar esté patas arriba. Así que me dediqué a limpiar y ordenar todo, incluso las habitaciones en las que no entrarán.

Estuve casi dos horas en eso, con el poco tiempo que me quedaba me arreglé para verme presentable. Tomé una ducha, me vestí como lo hago para salir aunque vaya a pasar todo el día en casa y me maquillé. Haciendo eso ya solo me quedaban poco más de veinte minutos para que sean las tres, pero no había ningún mensaje de que estuviera en camino. Me relajé un poco, quizá llegaría algo más tarde aunque jamás pensé que la señorita Ward fuera alguien impuntual.

Pero no me equivocaba en mi pensamiento inicial. Quise comer algo, alcancé a colocar mi preparación de un omelette en la sartén y escuché el sonido del timbre.

—Mierda... —Suspiré quitándome el delantal de cocina.

Me dirigí a la puerta, con la mano puesta en el pomo tomé aire y exhalé como para darme ánimos a mi misma antes de abrir al fin para encontrármela justo en frente mío.

—Hola, buenas tardes señorita Ke... Juno.—Se corrigió e hizo una sonrisa.

Puede ser que haya sido ese gesto con el que me saludó que la vi más guapa que nunca. Tenía su cabello recogido pero caían mechones alrededor de su cara que no alcanzaban a tener agarre, una camisa blanca que se me hacía familiar, jeans azul claro ajustados, un bolso colgando negro de diseñador de su hombro, sus labios pintados de un rosa palo y una leve sombra café. Jamás la había visto así de informal, creo que esta imagen de ella es mi favorita hasta ahora.

—¡Hola Juno! ¡Esto es para ti! —Alzó un ramo de flores para pasármelo.

Casi olvido por completo que Keisy también estaba allí. Recibí las flores sorprendida, no me lo esperaba para nada.

—Hola, gracias... —Hice una sonrisa y les di el paso —. Adelante.

Ambas entraron y creo que nunca había tenido que esforzarme tanto para no bajar la mirada a un lugar donde no deberías ver a una mujer si no quieres parecer un pervertido, pero me fue imposible.

—Bonita casa, no esperaba que estuviera tan... —Volteó a verme. Intenté disimular con un viaje rápido de mis ojos a otra parte para luego mirarla a la cara. —Ordenada. —Sonrió otra vez.

—Por supuesto. —Carraspeé avergonzada —. Soy una fanática del orden.

—¿Sí? —ladeó su cabeza.

—No, acabo de ordenar. Pensé que ya captabas bien mi sarcasmo.

Mi vista se enfocó en la niña, la notaba ansiosa pero sin moverse un centímetro mientras veía a Whisky pasando cerca.

—Tienes que acercarte poco a poco. —dije colocándome en cuclillas a su lado —. Pss pss... Whisky... —Lo llamé acercando mi mano libre y moviendo mis dedos. Me miró y detuvo su camino —. Inténtalo...

Algo dudosa se agachó también e imitó mi pose.

—Pss pss... Whisky...

Ahora pienso que debí elegir otro nombre para mi gato, pero en mi defensa nunca imaginé estar en esta situación.

Después de la tempestad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora