Capítulo 58.

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Intenté convencerla de que repita esas palabras que no pude escuchar, pero no funcionó ni tampoco volvió a decirlas.

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Dime lo que dijiste antes de ir al restaurante...—susurré en sus labios.

—No... —gimió —. Es tu culpa por no entender... —Volvió a morder su labio para controlar su volumen.

—¿Por qué eres así? —reclamé.

Mis dedos fueron aún más rápido, tapó su boca para acallar sus gemidos que iban en aumento. Cuando vi que estaba llegando a su límite decidí vengarme y me detuve.

—¡No...! ¡No pares! —jadeó tomando mi mano para evitar que la aleje.

—Si no me lo dices no voy a continuar.

—No vas a entender si te lo digo de nuevo, son palabras en otro idioma...

—Entonces dímelo de forma que pueda entenderlo.

Se quedó mirándome en silencio con su respiración a mil por hora. Relamió sus labios dudosa de hablar, y no lo hizo, sino que empezó a tocarse ella misma.

Quedé boquiabierta por esa escena, mi cerebro se fue a blanco y el calor era insoportable. Cerró sus ojos gimiendo y fue metiendo sus propios dedos en su interior.

—Juno...

Tuve una punzada en mi entrepierna, se me escapó un jadeo por lo que intentaba hacer, y he de decir que era difícil no lanzarme encima.

—¿En serio vas a llegar a ese punto con tal de no decirme? —pregunté. Abrió sus ojos unos segundos para mirarme y los volvió a cerrar sintiendo éxtasis —. Lo estás haciendo completamente a propósito.

La guíe con mis manos para que se de la vuelta e hice que alce sus caderas para luego abrazarla por la espalda.

—Sigue tocándote, yo no lo haré... —ordené en un susurro e hice impactar mi palma con su glúteo.

Obedeció y empecé a pasar mi boca por su espalda mientras repetía mi acción, dejando mordiscos en sus hombros y succiones por todas partes. Podría haber llegado a la cumbre de la montaña  con solo esa imagen; su rostro estaba apoyado en las sábanas y su mano iba por abajo para continuar con su cometido.

Lo que tuve antes de ella creo que no se puede comparar con esto, no entiendo cómo podía pensar que era heterosexual y se me hace difícil creer que a alguien en este planeta no le guste mi mujer, pero es mía.

—Abre la boca —demandé llevando mis dedos hacia sus labios y lo hizo.

Ahora no tenía forma de silenciar sus gemidos guturales, aunque hiciera un esfuerzo enorme por bajar el tono y se mezclaban esos sonidos con el de mi mano impactando su piel.

Cuando se detuvo posterior a un gemido fuerte y sus piernas empezaron a temblar volví a meter mis dedos sin previo aviso con un frenesí que buscaba extender su placer.

—Yun... —Se agarró de las sábanas y gimió —. Juno...

—No tan alto, vas a despertar a Keisy.

Como si pretendiera ahogarse escondió su rostro en la cama y tuvo una de las liberaciones más abundantes que le he provocado. Todo su cuerpo temblaba, se quedó en esa misma posición jadeando e intentando recuperar su respiración.

Después de la tempestad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora