Capítulo 24: Podría ser peor.

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Un tic atacó el ojo de Izuku. La sonrisa de comemierda de Mei se sintió como un puñetazo en el estómago con nudillos de latón. Un brazo protésico aprovechó el silencio para moverse un poco antes de consumir las baterías; la inventora lo miró de reojo antes de centrarse en su nueva víctima. Disfrutó al pronunciar:

—¿Cuál es tu respuesta?

Los dientes de Izuku rechinaron. Tenía dos opciones: Irse con honor en la búsqueda de otro sitio o aceptar los términos de Mei (aceptar el lado huevón que todo hombre mantenía oculto).

—¿Cuáles son tus términos? —Izuku mató su orgullo con un disparo en la cabeza—. ¿Qué debo hacer?

Mei sonrió aplaudiendo como una niña pequeña en el día de navidad. El joven podría esperarse prácticamente de todo... Solo esperaba que no fuese muy humillante.

—Lo primero: reconoce que no eres un inventor. —Mei levantó un dedo tan cerca de su rostro que se volvió bizco—. Tus creaciones no siguen las reglas de la ciencia. No tienen sentido.

Izuku reconoció este hecho. Sin ir más lejos, el bastón que colgaba del cinturón funcionaba sin baterías.

—No soy un inventor —dijo alto y claro. Mei hizo un gesto con la mano para que continuase—, y mis creaciones no siguen las leyes de la física... Lo que las hacen mejores que los inventos estándar.

Ver a Mei jadear de la sorpresa fue la visión más divertida de la semana. Los instantes en los que su expresión adquiría un matiz irritado avivaron las ganas de Izuku de molestar ignorando las consecuencias. Sobrevivió a una ciudad llena de zombis televisivos, estaba en su derecho de burlarse de una desconocida por motivos absurdos.

—¡Eso no es lo que quería oír! —La joven de rastas rosas recuperó la compostura—. ¿Eres incapaz de seguir órdenes sencillas? Tu cerebro debe funcionar con pilas.

El comentario no hizo más que animar a Izuku. No se le escapó el diminuto brillo de diversión en los peculiares ojos de Mei, un mensaje no verbal que rezaba "¿quieres guerra? Perfecto. ¡Desafío aceptado!".

—¿Cuál es tu siguiente término?

—Anula el pago por romper tus porquerías. —Los ojos de Mei se deslizaron hacia la grieta—. Power Loader no me dejará entrar en los talleres hasta que la deuda sea saldada.

El peliverde inclinó la cabeza con total confusión.

—Entonces no deberías estar aquí.

—Es evidente —confesó sin darle importancia a su transgresión—. Pero mientras no me pillen, no estoy haciendo nada malo.

«Ok, eso ha hecho gracia —reconoció mientras luchaba por no esbozar ni una sonrisa. Toda emoción podría ser aprovechada por la pelo chicle...—. ¡Un momento!».

Una temible idea tomó forma dentro de su mente. El plan que los héroes no deberían seguir. La sonrisa de Izuku fue lo suficientemente aterradora para hacer vacilar a Mei.

—¡Se me ocurre una mejor idea! —el chico exclamó adornando la declaración con una palmada—. ¿Qué tal si me dejas en paz a cambio de no delatarte a los maestros?

Esperaba que Mei se derrumbara ante el miedo de recibir otra regañina de Power Loader; y tal como solía suceder, la suerte no se puso de su lado.

Mei apretó el puño con tanta fuerza que los nudillos crujieron. Su rostro era una mezcla de ira silenciosa y serenidad mortal. Izuku sintió que sus ojos se convertían en mirillas de rifles de francotirador, cargados y listos para disparar.

—Tengo una idea mejor —dijo Mei con calma—, ¿qué tal si te meto un tubo de escape por donde no brilla el sol? Seguro que entra de sobra.

El chantaje no fue la mejor de las ideas. Izuku dio dos pasos atrás cubriendo aquella parte a la que no llegaba luz del sol con las manos.

Más allá de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora