Capítulo 18: Una ciudad... ¿Del revés?

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El día fue agotador. ¿Ceremonia de entrada? Aizawa desconocía tales palabras, o puede que su interpretación de dichas fuera organizar un extenso número de pruebas para evaluar las peculiaridades. Izuku no tenía ganas de preguntar, su objetivo era llegar a casa, tumbarse en colchón y dormir mil años.

Erinjar tenía otros planes.

Akatani y él aparecieron en mitad de un pasillo del castillo volador cortando el avance de una armadura genérica que llevaba a cuestas sacos rebosantes de basu... Materiales útiles (aunque al peliverde le costaba ver el valor de un porrón de latas oxidadas)

«No pienses como un capitalista, sino como un loco adicto al reciclaje», dijo su cerebro.

—Melissa estará esperando —Akatani murmuró dejando pasar a la armadura—. Guíanos, hombre de hojalata.

La armadura inclinó el casco dando a entender que no entendió ni la mitad de la orden, luego siguió su caminata —posiblemente para alejarse del dúo de locos que aparecieron de repente— dejando caer fragmentos de chatarra del saco.

—Vamos a seguirla —dijo Akatani con entusiasmo—, una aventura nos espera.

Izuku solo quería dormir. Se dejó arrastrar como un saco de papas a dónde fuera que les guiase la armadura (lo mismo al compactador de mierda) luchando contra los calambres musculares adquiridos en las pruebas. ¿Por qué le dolía todo si no hizo mucho ejercicio? Era hora de ponerse en forma.

Ascendieron la quinta torre evitando más armaduras genéricas y sus "preciadas" cargas hasta dar con el laboratorio principal del castillo. El santuario de Melissa. La armadura tocó la puerta.

—¡Ya voy! —exclamó la propietaria del castillo al otro lado.

Izuku miró a Akatani.

—¿Es buena idea estar aquí? —cuestionó en susurros—. Ella nunca nos ha dejado acercarnos al laboratorio.

Era una de las dos reglas existentes: no entrar en el santuario de Melissa, pues albergaba material delicado con alto potencial de hacer "boom". Y nadie quería eso. Recordó una escena dos meses atrás donde las armaduras corrían de un lado a otro para apagar un incendio, resultado de un error de Melissa. Izuku nunca la vio tan histérica.

La segunda regla del castillo era NO mencionar el suceso.

—Diremos que hemos aparecido aquí de la nada —propuso Akatani sin preocupaciones.

Izuku dudó que fuera a colar.

Finalmente, Melissa salió a recibirlos con una sonrisa... Rara.

—¡Chicos! —exclamó—. ¿Qué hacéis aquí? No esperaba vuestra llegada... Izuku, ¿por qué me miras tan fijamente?

¿Por qué lo hacía? Buena pregunta. Tal vez era porque Melissa vestía la ropa que llevó a la cueva (que conservaba la suciedad acumulada de la excursión) y su cara... ¿Cómo decirlo? Ah sí, se asemejaba a un cadáver en pleno rigor mortis. Los ojos enrojecidos, ojeras y sonrisa amplia, producto de tomar mucho café, daban a entender que no había dormido.

—Creo que a Izuku le sorprendió tu... Falta de sueño —Akatani se atrevió a sugerir—. Aunque "falta de sueño me parece un eufemismo". ¿Cuándo fue la última vez que pegaste ojo?

Levantó dos dedos.

—¿Dos días sin dormir? —se horrorizó Izuku—. ¡Eso no es bueno para tu...!

—Dormí dos horas anoche —matizó la joven frotando las sienes—. Por favor, no grites, me va a estallar la cabeza.

—Perdón.

Más allá de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora