Capítulo 12: ¡Vamos a buscar piedras!

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Anocheció cuando Izuku y Akatani llegaron a casa en el might-taxi. El primero estaba tan mentalmente fatigado que solo quería ducharse y dormir una década. El segundo rezumaba energía. Ventajas de ser un gólem: no necesitaba descansar. Acercó la llave a la cerradura cuando la puerta se abrió por arte de magia. Inko Midoriya, en pijama y albornoz, los observó con los brazos en jarra.

—Izuku, quiero hablar contigo —dijo secamente mirando con aprensión a Akatani.

Se dirigió a la sala de estar con su característico andar lento. Akatani apoyó la mano sobre el hombro de su creador mientras alzaba el pulgar como señal de "buena suerte, compañero", acción que agradeció a pesar de que no ayudó en absoluto.

Se sentó en el kotatsu frente a su madre mientras el gólem observaba la acción con su delgada sonrisa a una distancia de seguridad de dos metros.

—Izuku.

El peliverde sintió un escalofrío. Era la primera vez que la escuchaba pronunciar su nombre con un tono tan carente de sentimientos. El rostro rostro ilegible de su madre, marcado por los primeros signos de la edad, soltó un suspiro tenso, de esos que soltabas cuando no sabías qué decir.

—Mamá, yo...

Inko alzó la mano para pedir silencio.

—¿Por qué no me dijiste que tenías un quirk? —inquirió de sopetón, sin disimular las miradas hacia el gólem, levantando la voz lo justo para no considerarse un grito—. ¿Por qué no contaste nada? ¿Desde cuándo lo tienes?

Izuku cerró los ojos con fuerza antes de respirar hondo. El latido del corazón hacía temblar su cráneo. No quería estar allí. No quería mantener esa charla por mucho que supiera que ese momento llegaría. Se levantó, o eso intentó porque la mujer tomó su mano con la firmeza y suavidad de una madre preocupada y enfadada. Sus ojos ardían del esfuerzo de contener las lágrimas.

Akatani observó el desarrollo en silencio, sin mover ni un dedo.

—Esta tarde, el director de la UA llamó preguntando por qué no...

Izuku bloqueó el resto de la frase. Sabía qué iba a cuestionar y sabía que no iba a responder.

—¿No confías en mí? —su madre le atravesó el corazón con una pregunta letal.

Un recuerdo nublo la vista del joven:

Lo siento, Izuku. Por favor. Perdóname.

Aquellas palabras. Su madre disculpándose poco después de recibir la fatídica noticia del médico, arrepentida de un acto del que no era culpable en vez de creer en él. No podía ser tan difícil dar un gramo de confianza, ¿verdad? ¿Unas palabras de ánimo? El Izuku de cuatro años se conformaba con un abrazo y un "¡tú puedes, hijo!". Pero ella optó por echar a llorar como si derrumbarse fuera a solucionar algo. La distancia creció entre ellos a partir de ahí, un recorrido tan largo que no veía a su madre en el extremo opuesto.

¿No reveló la existencia de su poder porque no confiaba en ella? No era la razón más importante. Izuku se guardó el secreto porque no le veía el sentido a decir la verdad. ¿Cómo respondería ella? ¿Se disculparía por el desarrollo lento de su quirk? ¿Le animaría por primera vez en quince años? No quería presenciar el primer escenario y dudaba en verle la sinceridad al segundo.

Se levantó interrumpiendo lo que estuviera diciendo su madre y le hizo un gesto al gólem para que lo siguiera en silencio. No quería escuchar a nadie, aunque fueran palabras bonitas.

Hizo limpieza en su habitación durante el entrenamiento. No quedaba rastro del héroe sonriente, solo estantes vacíos que temblaron por culpa de un portazo. Se puso unos pantalones cortos y una camiseta antes de recibir el abrazo del colchón. Sintió un peso a su lado, el Golem se sentó para acariciar su cabello. Cerró los ojos y soñó con un mundo donde los problemas no le perseguían.

Más allá de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora