Izuku aterrizó en un suelo de madera. El olor del agua confirmó que había acabado en el yate que vio desde la entrada de la USJ. Destino más favorable que la zona de incendios o las grietas de la montaña falsa. Akatani apareció a su lado con cara de pocos amigos.
—¿En serio los villanos nos han atacado de la nada? —masculló pateando un royo de cuerda—. ¡¿No podemos pasar una semana sin problemas!?
Izuku pasó de responder, prefiriendo salir a cubierta, descubriendo que no solo entraban rodeados de agua. Las cabezas de los villanos con peculiaridades acuáticas (y villanos normales que terminaron allí por error) vigilaban el barco con intenciones poco éticas. Muchos sonrieron cuando la cabellera verde se asomó por la barandilla.
—No estamos solos —le susurró al gólem, o a sí mismo, dependiendo de si Akatani prestaba atención o seguía pateando el mobiliario del yate. Un cubo de metal que salió volando por la ventana respondió a la duda—. Akatani —habló en voz alta—, tenemos problemas.
El gólem expresó su desagrado cuando vio dicho problema.
—¿Alguna idea para detenerlos? —el peliverde preguntó.
—Es más fácil si salto hasta la orilla contigo en brazos.
—Podrían seguirnos —desestimó la idea—. Oh, espera, ¿y si forjo un objeto para electrocutarlos?
Había escuchado de la pesca eléctrica en las noticias años atrás. Un método que llamó su atención por lo extraño de juntar electricidad y agua. Allí había materiales de sobra para forjar, un gran lago y peces muy feos a la espera de un calambre.
—Podría funcionar —sopesó el gólem. Miró los villanos y después las cajas, royos de cuerda, y bidones repartidos por la cubierta—. Sí, me parece una buena idea. Vamos a seguir tu plan. ¿Qué necesitas que traiga?
—Objetos metálicos.
Akatani apiló numerosos trastos oxidados a la velocidad de la luz. Izuku examinó el lago antes de posar las manos sobre el montón de chatarra. Los villanos no hicieron su movimiento, había cautela en sus rostros y no la seguridad de alguien que conocía a las víctimas que iba a matar. Lo comprendió en ese momento: no conocían sus peculiaridades. Izuku se deleitó con su propia media sonrisa. Iba a explotar su desconocimiento a lo grande.
Forjó teniendo en mente el bastón eléctrico, no, un modelo más potente para detener el peligro.
—¡Saltad al agua o hundiremos el barco! —gritó un villano golpeando el casco con furia. Varios se unieron a él echando por la borda la cautela—. ¿Habéis oído?
—Que pesados —se quejó Akatani, asomado a la barandilla con una mirada de disgusto—. ¿Qué intentan conseguir dando puñetazos a una superficie metálica? Se van a quedar sin nudillos.
Izuku se tomó el intento de ataque con más seriedad. No podía permitir que los villanos tomasen confianza: Comenzarían un asalto desde todas direcciones.
«Akatani está a tu lado —le recordó su cerebro—, no permitirá que te pase nada».
El pensamiento lo alivió a la misma vez que avivaba su deseo por ser él quien los detuviese. No él gólem. Él. La destrucción de la antena lo dejó con mal sabor de boca a pesar del éxito en la misión. Cometió tantos errores que su victoria no se alejaba mucho del fracaso. Incapacitar al grupo de villanos que lo rodeaban le parecía una buena forma de demostrarse capaz del trabajo heroico.
Abrió los ojos. La herramienta estaba lista; una caja de zapatos con dos barras metálicas sobresaliendo de la parte superior que recordaban a un enchufe. Los destellos que brotaron de ellas erizaron el casi inexistente vello en los brazos de Izuku.
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Más allá de los sueños
Fiksi PenggemarIzuku Midoriya no era el adolescente con mejor suerte del mundo... mejor dicho: No tenía nada de suerte. Nació bajo la estrella más pequeña, deprimente y bastarda del universo. Sin quirk, despojado de su sueño de ser héroe y abandonado por su padre...