El hogar de Knuckleduster consistía en un apartamento de mala muerte situado en un barrio de mala muerte. Subieron por la escalera de incendios hasta el cuarto piso, disfrutando de una perspectiva de la pared cubierta de graffitis. Izuku nunca vio tantos insultos, penes y esvásticas juntas. No era el sitio ideal para vivir, pero era mejor que nada.
Una rata gorda que colgaba del cable del teléfono dijo lo contrario.
—Lamento si no está muy limpio —el vigilante se disculpó abriendo la puerta abollada—, casi nunca traigo gente a mi hogar.
Lo primero que sintió fue el olor a cerrado y calcetines sucios. Las siluetas oscuras tomaron la forma de muebles viejos y ropa tirada por el suelo cuando las luces se encendieron perezosamente. Izuku sintió la necesidad de dar media vuelta; el lugar estaba asqueroso. Knuckleduster cruzó la sala de estar hasta la diminuta cocina abierta, rebuscando entre los estantes hasta sacar una cafetera y dos tazas.
—Toma asiento. —Señaló el sillón, al que le faltaba una pata y... ¿Por qué el revestimiento estaba plagado de arañazos? ¡Arañazos provenientes de un animal grande!—. Mientras tanto, prepararé un poco de café. Espero que te guste porque el té se me ha acabado.
La cafetera se puso en marcha con el traqueteo digno de una locomotora antigua. Izuku tomó asiento esquivando pantalones y camisetas desperdigados. Depósito el maletín y su mochila al lado de la mesita. Por último, analizó detenidamente la zona, pensando que podría encontrar algo bonito si se esforzaba.
Una estantería ocupaba la pared que tenía delante, baldas dobladas por culpa de los libros viejos, archivadores y hojas de papel acumulados a presión. La cocina consistía en un paño de muebles grises mal nivelados y la encimera hinchada por culpa de la humedad. Detrás del sillón, el joven se perdió en la oscuridad de un pasillo que debía guiar al dormitorio y baño. No le apetecía recorrerlo. En resumen: el apartamento se veía peor que el escondite del alcantarillado.
«Tal vez fue mala idea venir aquí. Espero con contraer una enfermedad rara».
—¿Quieres comer algo? —la voz de Knuckleduster recorrió el pequeño espacio haciéndose oír por encima del traqueteo de la cafetera—. Tengo comida precocinada en la nevera.
Su estómago rugió como un león hambriento. No había engullido nada en horas. Fue un milagro que su cuerpo no hubiera desfallecido.
—Si no es mucha molestia... —dijo avergonzado.
Iwao sacó un táper antes de quitarse la gabardina y la máscara, revelando su rostro por primera vez. Izuku se lo quedó mirando, preguntándose por qué el vigilante con cara de loco se transformó en un tipo musculoso bastante común. ¿La sed de sangre venía con el disfraz? La pregunta quedó en su cabeza por motivos de seguridad.
Se enderezó cuando el vigilante apareció con dos tazas humeantes (una estaba agrietada, pero pudo contener la bebida) y un plato con carne y verduras que dejó sobre la mesita. Izuku tomó el tenedor y probó la comida, sabía a corcho, pero era comestible. El café tampoco estaba malo. El vigilante ocupó el otro extremo del sillón haciendo gemir la estructura de dicho mueble. Bebió un poco antes de comenzar la conversación con la mirada en el maletín:
—Reconozco que su contenido me ha intrigado.
Izuku tragó el corcho que Iwao nombró comida.
—Puedes abrirlo, pero ten cuidado. Puede activarse si es tratado descuidadamente.
Depositó el maletín sobre la mesita y lo abrió. Un cilindro metálico recubierto de cables, chips, luces y botones quedó al descubierto. Emitía un levísimo zumbido estático. Una etiqueta con las siglas PEM decoraba la base.
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Más allá de los sueños
FanfictionIzuku Midoriya no era el adolescente con mejor suerte del mundo... mejor dicho: No tenía nada de suerte. Nació bajo la estrella más pequeña, deprimente y bastarda del universo. Sin quirk, despojado de su sueño de ser héroe y abandonado por su padre...