Capítulo 30: USJ parte 3.

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Izuku cayó de rodillas sobre la montaña cenicienta que antes era un ser vivo. Motas grises volaban a su alrededor como la nevada más siniestra que sus ojos presenciaron. Se sentía... ¿Cómo se sentía? ¿Cansado por forjar a una criatura tan grande? ¿Vacío porque se convirtió en un asesino? Puede que ambas, pero lo que primero vino fue el dolor.

Las manos y antebrazos eran tan sensibles que la tela del disfraz quemaba. Arrancó los guantes y se arremangó con los dientes revelando piel rojiza que temblaba en presencia de un ataque de ansiedad.

Experimentó, escuchó, saboreó y palpó las células del nomu cuando lo tocó. Todos los deteriorados procesos de su organismo obligaron al cerebro de Izuku a aprender como nunca antes el funcionamiento de un ser vivo. Vio pulmones, un corazón, un cerebro moribundo, un páncreas, músculos huesos... Órganos provenientes de un humano. El nomu fue un humano, entendió para su consternación.

Duró un segundo y se sintió como un día completo. Y aquella información desapareció de su mente cuando el nomu se transformó en polvo, no obstante, el sentimiento de quitar una vida permaneció arraigado.

Su respiración se aceleró.

—¿Estás bien?

Izuku levantó la mirada. Akatani estaba en frente, dudoso, sin saber cómo proceder para calmar a su creador, optando por el "¿estás bien?" infalible.

—No estoy seguro —se sinceró viendo las cenizas flotar sobre ellos—, solo... Dame espacio.

Akatani no se alejó, sin embargo, su asentimiento lo hizo sentir a mucha distancia. Necesitaba procesar su acto inhumano —cubrirlo de mensajes que rezaban "tuviste que matarlo, era muy peligroso"— tranquilamente, sin sufrir una crisis de ansiedad en el proceso. Su cerebro no estaba ayudando.

Era difícil no pensar en el nomu cuando lo veía entre parpadeos, de la obediencia a los aullidos, pasando por el plan apresurado de Akatani para acabar con él. El corazón de Izuku aceleró los latidos, que se escuchaban en lo profundo del cráneo, ruido que amortiguó el espectro de sonidos que lo rodeaban. La visión fue lo siguiente en fallar: un Akatani borroso de rasgos ilegibles, un Bakugou y Todoroki que descubrían, la forma negra de Aizawa intentando calmar a sus alumnos y la llegada de una figura enorme con matices amarillentos. Cada vez era más difícil enfocar los ojos en un punto fijo.

La respiración se aceleró para sincronizarse con el latido. Las piernas fallaron. Necesitaba sentarse, permanecer en un lugar estrecho y fuera de la vista, muy lejos del caos generado por los villanos. Lo necesitaba de verdad.

Una mano tocó su hombro. Se apartó sin importar que fuera Akatani, tratando de ayudar; su visión borrosa distinguió el relieve de una expresión nerviosa, casi asustada, que no sabía cómo actuar porque nunca vio a su creador en aquel estado. Dijo algo que pasó como ruido sordo. Se acercó, a lo que Izuku se alejó por reflejo hasta chocar con la figura negra de su profesor.

Fue tomado de los hombros con la fuerza exacta para impedir su movimiento sin lastimarlo. El rostro de Aizawa movió la boca sin hablar: tomó aire y lo expulsó. Después soltó el hombro derecho para señalar su pecho. Quería que lo imitase.

Tomó aire, lo retuvo, una molesta tos lo hizo doblarse, pero se mantuvo en pie gracias a Aizawa. Lo intentó de nuevo. Funcionó. Lo hizo otra vez, lo había hecho miles de veces, un proceso que olvidó debido al estrés de matar al nomu. Una vez más, luego otra. Disfrutó del aire entrando y saliendo de los pulmones, de la visión y oído recobrando sus funciones básicas. La USJ estaba hecha un desastre, más por los alumnos que se reunían en la entrada con ayuda de los maestros recién llegados que las estructuras dañadas.

Ver a héroes trabajar de cerca ayudó a recuperarse del ataque de ansiedad. Estos se dividieron en dos grupos: uno para detener a los villanos y otro para ayudar a los jóvenes.

Más allá de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora