Capítulo 2: Un castillo y un despertar agitado.

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Izuku sonreía como un niño pequeño admirando una obra sacada de un mundo de fantasía... Porque eso mismo estaba pasando. Un castillo flotante, se hallaba dentro de un castillo flotante a merced de las suaves corrientes (o eso parecían, de momento no sintió turbulencias desagradables) mientras escuchaba las explicaciones de Melissa.

—... Costó mucho dejar el castillo tal y como lo ves. No imaginas lo difícil que es encontrar materiales de calidad.

Atravesar las puertas enormes del castillo fue como entrar en Hogwarts. La moqueta roja fue la primera en recibirle masajeando sus pies doloridos, luego las lámparas de cristal, que pendían se finos cables, alumbrando los amplios pasillos de roca marrón. No se perdió los cuadros de paisajes irreconocibles. Uno presentaba un oceano en el cielo, otro un dragón, otro un ejército de piedra, otro una medusa flotante de vivos colores.

—El castillo es mi hogar lejos del hogar —Melissa finalizó la conversación consigo misma, ya que Izuku, en ningún momento, sintió que las palabras iban dirigidas a él—. ¿Alguna pregunta? —Se giró con su sonrisa deslumbrante tan característica.

Aún le quedaban muchas preguntas.

Vio una estatua apoyada en la pared con una espada en las manos. Medía dos metros y parecía custodiar el castillo.

—Háblame de Erinjar.

Una petición ambigua que solo podía desembocar en una respuesta larga. Bien, no le importaba comerse una charla de horas de duración si, con ello, aprendía más de aquel mundo.

—Es un mundo donde la línea que separa la realidad de los sueños es muy difusa. Solo los quirkless pueden llegar aquí...

—Explícame esa parte con más claridad, por favor —Izuku pidió interrumpiendo a Melissa—. Es difícil... Ya sabes... Procesarlo todo.

Ella asintió con la cabeza.

—Estás conectado a Erinjar. Tú y yo lo estamos —precisó—. Cuando te tumbes en la cama y cierres los ojos, aparecerás en Erinjar. Este mundo te ha elegido para que formes parte de él.

—Como si estuviese soñando —murmuró el peliverde.

—Más o menos —dijo la chica captando el susurro para sorpresa del joven—. No estás soñando. Tu cuerpo real es este. —Señaló su pecho. Desde la distancia tan corta, Izuku, muy a su pesar, descubrió que Melissa era medio palmo más alta que él—. Si mueres aquí... Puedes imagínatelo.

Qué poca gracia le hizo la advertencia, ¡más aún después de conocer al escorpiés! Era hora de un cambio de tema muy necesario para su estabilidad mental.

—Dijiste que podría regresar a mi hogar en unas horas.

—Los viajes a Erinjar son extraños —explicó Melissa perdiéndose momentáneamente en el cuadro de una montañas—. La mayoría de noches, cuando cierres los ojos, aparecerás aquí, pero no de forma permanente, solo durante unas horas. Pueden ser cinco, seis o siete dependiendo de lo cansado que estuvieses antes de irte a dormir; una vez transcurra dicho tiempo, regresarás a tu cama con un bonito recuerdo de este mundo en el cerebro. Fin.

Era muy lioso. Izuku, que se enorgullecía de su capacidad deductiva (porque era su único punto fuerte) tuvo problemas para procesar la información. El hecho de estar cansado y cubierto de fluidos de monstruosidad artrópoda no ayudaba en absoluto. Melissa, leyendo su rostro, añadió:

—Es confuso cuando alguien te lo explica. Lo entenderás cuando experimentes el viaje completo.

El peliverde asintió. Calculó que le faltaban unas horas antes de regresar a su casa, por lo que no valía la pena quemar las pocas neuronas disponibles desentrañando el misterio.

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