Capítulo 9: Entrenamiento heroico.

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—Los dos estáis metidos en un problema —Melissa se cruzó de brazos desde la comodidad de su tabla voladora—. ¿A quién se le ocurre engañar a All might para que crea que Akatani es una persona real?

—Por décima vez: no he hecho nada. —Izuku se mantuvo firme en su declaración, consciente de que los regaños de su compañera erosionaban su firmeza—. No sé cómo pudo pasar. El quirk de All might no debería estar en posesión de Akatani.

—Pues deberías devolverlo. —Melissa cortó una rama y se la dio de mala gana—. All might necesita su quirk.

Izuku estaba a punto de sufrir un colapso mental y físico. Había transcurrido dos días desde el error de All might (del que Melissa culpaba al peliverde). Era sábado, el día especial de todo estudiante, un sábado en el que Izuku se pasó toda la mañana cortando madera con la ayuda de la tabla mágica. Le contó a Melissa la situación con el One for all y el héroe número 1. Su reacción pasó de la consternación al conocer su estado físico al enfado tras descubrir el "engaño" al que sometieron al pobre All might con el tema del quirk.

Izuku no paró de alegar que no fue culpa suya y ella se negaba a escuchar.

—No sé cómo Akatani puede devolver el quirk. —Izuku apiló la rama en un espacio libre de la tabla. Iba siendo hora de llevar la mercancía al castillo—. El quirk se transmite a través del ADN, y Akatani no tiene... ¡Auch!

Una rama voladora le pegó en el rostro con tanta fuerza que aterrizó de culo sobre el borde de la tabla. Izuku soltó otro grito tras descubrir lo cerca que estuvo de caer. Melissa, con el brazo en posición de lanzar, se veía muy satisfecha con la acción. El sudor y serrín que la cubrían de arriba a abajo le daban una apariencia salvaje.

—Voy a llevar la madera al castillo, dame un momento —el peliverde dio media vuelta y voló despacio a la fortaleza, pues un instinto interior susurraba que Melissa necesitaba estar sola—. No entiendo porqué el tema del quirk de All might le afecta tanto —murmuró asegurándose de estar lo suficientemente lejos para no ser escuchado.

Melissa era incomprensible.

El peliverde vislumbró el balcón desde la distancia, o lo que antes era un balcón. El golpe del pájaro convirtió un mirador precioso en una plataforma que a duras penas se mantenía en su sitio. Melissa hizo arreglos rápidos apilando tablas de madera con ayuda de Chalier. El resultado gritaba a los cuatro vientos "mirad, soy una plataforma endeble e insegura con alta probabilidad de arrojaros al vacío".

Por lo demás, Izuku disfrutaba del trabajo. El aire limpio peinando sus mechones se hallaba en un puesto alto en la lista de sensaciones agradables. Y aunque el vacío imponía respeto, logró superar la parálisis por miedo evitando mirar hacia abajo.

—Izuku, estoy aquí —Akatani saludó desde la seguridad de la puerta del castillo. Un vigilante cuya misión era advertir al dúo de apariciones indeseadas de pájaros mutantes—. Déjame las ramas. Las llevaré al almacén.

Le dio la mercancía mientras observaba su desempeño. Akatani mostraba mucha más iniciativa que el día anterior, ofreciéndose a realizar tareas con su caracteristica sonrisa. Izuku no podía estar más contento, tenía a al mayordomo que quería, pero también sintió la inquietud subiendo por la espalda. Akatani era mucho más realista que Chalier —por ejemplo— en términos intelectuales. Mientras la armadura poseía un conocimiento y razonamiento limitados que complicaban la conversación más allá de responder preguntas simples sobre el castillo, Akatani se expresaba como un adolescente normal. El peliverde desconocía el alcance de su intelecto, y eso le preocupaba, como un científico que diseñaba una IA superdotada y deseos de revelarse.

«Akatani es un muñeco sin vida —se recordó—, no va a revelarse. No puede revelarse. No tiene sentimientos».

—¿Te encuentras bien?

Más allá de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora