Capítulo 19: Caza de pájaros mutantes.

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—La ciudad invertida rebosa de xenofobia —dijo All for one de repente—. Miradas hostiles, insultos y piedras que impactan en tu cabeza. ¿No es un lugar acogedor?

Izuku apretó los labios con la mano en el pecho. El corazón latiendo a toda velocidad y sus oídos escuchando el espejismo de los murmullos lanzados contra ellos. Detestaba la ciudad invertida y nada le haría cambiar de opinión. Miró hacia atrás, el reflejo del castillo flotante en la lejanía, un símbolo que susurraba "tranquilo, estarás bien". O su imaginación volcando esperanzas en su necesidad de distraer la mente del golpe de ansiedad que amenazó con derribarlo de la tabla.

—Podemos dar media vuelta cuando quieras —esbozó Akatani, silencioso como una sombra con destellos carmines. El juego acabó cuando Izuku empezó a sentirse mal—. Solo debes decirlo.

Izuku negó con la cabeza. La multitud quedó atrás, y solo eran ellos cuatro (All for one y el nomu flotando por delante) avanzando en una dirección desconocida. Encontraron un par de transeúntes que dieron media vuelta en vez de mostrar la xenofobia que tanto los caracterizaba.

Cruzaron un puente —aunque para ellos las estructuras eran meros adornos— terminando en una plaza vacía. Una fuente en el centro cumplía la labor de decoración y bebedero de aves. Dos jóvenes se besaban a pocos metros, demasiado enzarzados en su relación para increpar a los cuatro extranjeros.

—¿Por qué pensáis que la xenofobia está tan arraigada en la gente? —preguntó All for one ojeando sin mucho interés a la pareja.

La pregunta iba dirigida a Akatani y él, obviamente, a menos que el nomu desarrollara un cerebro con más funciones que servir de adorno. Izuku miró al gólem, gesto con el que dejó claro que no quería hablar. Akatani asintió.

—¿Situacion geopolítica? —propuso, sonando más como una pregunta que una afirmación, atrayendo el interés del hombre trajeado—. La ciudad está aislada. Me hace pensar que los habitantes son tan unidos que rechazan la presencia de otros.

Izuku vio de primera mano las comisuras de All for one formando una sonrisa. No le gustaban sus expresiones, todas ellas forzadas o dramatizadas, como un robot imitando las emociones. Parecía más gólem que Akatani.

—No andas mal encaminado, Yamikumo-kun, pero no es el motivo. Se debe a la gravedad. —Señaló hacia arriba, el suelo—. Las características de la isla no tratan bien a los extranjeros, tampoco a sus habitantes. La pobre gente no puede abandonar esta cárcel.

—¿No pueden? —inquirió Akatani—. ¿Y que hacen cuando viajan a la Tierra? ¿Caen al cielo?

All for one hizo un gesto negativo con la mano.

—Aquellos que nacen en Erinjar no pueden ir a la Tierra. Es su hogar permanente —explicó—. Y esta regla incluye a los habitantes de la isla invertida.

—¿Por qué no forjan una solución al problema? Podrían cambiar sus cuerpos para adaptarse a la gravedad exterior.

Izuku apoyó la sugerencia de Akatani con un asentimiento. Sin ir más lejos, fue el propio All for one quien dejó caer las capacidades del forjado en seres vivos. Todo era posible.

La pareja notó la presencia de los cuatro y abandonaron su rincón secreto a toda prisa.

—No pueden forjar. La evolución les quitó esta habilidad a cambio de subsistir en la isla —All for one se limitó a decir mientras negaba con la cabeza, gesto que susurraba "pobres desgraciados"—. A veces, si quieres adaptarte, debes perder una posesión.

—Pues han salido perdiendo —el peliverde masculló entre dientes—. Me convertiría en un gruñón insoportable si no pudiera abandonar mi hogar.

Era una pena admirar un mundo tan extenso como Erinjar y no disponer de acceso a este. La isla parecía una versión vitaminada de Australia. ¿Encontrarían nuevas especias animales en el bosque? Se preguntó Izuku recordando el paisaje. Un paseo rápido...

Más allá de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora