Izuku miró sus manos. Piel enrojecida que ardía como el fuego al menor roce con toda sustancia distinta al agua fría. Eliminó la arena de entre los dedos con un soplido. Estaba hecho una mierda. El resultado de once meses de entrenamiento. Uno de los resultados, mejor dicho.
El paisaje había cambiado. La arena brillaba a la luz del amanecer donde antes veía basura. Una limpieza sobresaliente donde el medio ambiente ganó la batalla contra la contaminación. Akatani miraba las olas. La ropa llena de agujeros, manchada de aceite y materia orgánica de origen desconocido, se pegaba a su cuerpo matizando su increíble forma física: músculos delgados y firmes hechos para le velocidad. Una pena que fueran falsos.
Izuku miró a su alrededor. Estaba sentado en una cama estilo king, rodeado de sillas de madera con dibujos de héroes estampados. All might le pidió forjar objetos de utilidad, y aquella situación le pareció lo suficientemente divertida para recrearla. Después de todo, el héroe nunca esbozó ni la menor queja sobre las tonterías creadas. Se llevaba los objetos después de terminar el entrenamiento del día. ¿A dónde? No tenía idea.
—Se te ve muy cómodo. —Akatani se acercó limpiando el inexistente sudor de su frente—. Mírate, ahí sentado mientras hago ejercicio.
Izuku interpretaría las palabras como una burla de no ser por su sonrisa mal disimulada. El gólem se veía mucho más expresivo que meses atrás. Capaz de hacer bromas y actuar como cabría de esperar de un adolescente en sus mejores años de instituto. Un desarrollo que Melissa fue incapaz de explicar; alegraba y aterra a Izuku a partes iguales. Por lo menos, las acciones de Akatani no levantaron banderas rojas.
—¿Estás preparado?
Izuku apretó los labios. Aquel día era especial. El examen de ingreso. Y no estaba listo. Miró a Akatani por segunda vez, un cuerpo atlético al que le faltaba un bronceado para alcanzar la perfección. Se miró a sí mismo: un chico bajito, pálido y con menos músculos que una hormiga. El ejemplo de adolescente que iba a suspender a lo grande.
Las manos solo hacían que empeorar las probabilidades. Escocían muchísimo. Pensó que el único efecto secundario de forjar en exceso era el cansancio, error. La piel de las palmas se irritaba si se prolongaba su uso durante meses. Un dato que Melissa aclaró demasiado tarde. Pero bueno, no podía culparla, ella estaba muy ocupada en los asuntos de la universidad como para preocuparse del peliverde.
—Has fabricado artilugios chulos para el examen —Akatani, como si poseyera la capacidad de leer las mentes, le dio ánimos con su brillante sonrisa—, seguro que aprobarás.
Las palabras lograron su objetivo. Un renovado entusiasmo derritió levemente la montaña de nervios. Bien, tan solo hacia falta repetir dicha frase hasta que se lo creyera.
Estaba jodido.
—¡Un trabajo magnífico! —All might, en su forma gigachad, aterrizó con la fuerza de un meteorito a pocos metros del dúo levantando arena. El peliverde escupió, le había entrado en la boca—. La playa está impecable. Bien hecho, joven Akatani.
—¡Gracias, All might!
Por lo menos, uno de ellos estaba satisfecho con su trabajo.
—Joven Midoriya, te veo desanimado. —El héroe se aproximó esquivando sillas antes de agacharse hasta quedar a la altura de sus ojos—. Oh, ya veo, tus manos se han irritado. —Tomó la muñeca del chico antes de darle tiempo de esconder la mano—. ¡No debes preocuparte! ¡Recovery girl lo solucionará! Tenemos tiempo de sobra antes de que empiece el examen.
Izuku estaba muy ilusionado con el examen... Mucho... Mucho.
Nunca había temblado tanto.
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Más allá de los sueños
FanfictionIzuku Midoriya no era el adolescente con mejor suerte del mundo... mejor dicho: No tenía nada de suerte. Nació bajo la estrella más pequeña, deprimente y bastarda del universo. Sin quirk, despojado de su sueño de ser héroe y abandonado por su padre...