Capítulo 27: Un regreso triunfante.

456 82 50
                                    

Izuku descendió hasta la azotea de una tienda de jardinería. Bajó de la tabla, se tumbó en el frío cemento y se cubrió los oídos. Dispuso de una vista perfecta del rascacielos que se venía abajo amenazando a la gente. ¿Quería ayudar? Sí. ¿Le quedaban fuerzas para moverse? Ni una pizca de energía. Destruir la máquina y forjar la tabla sometió su cuerpo a una presión sobrehumana.

Se limpió el sudor de la frente, manchándose de sangre y yeso a cambio. Su celular decidió que era el momento de tocar las narices con el tono de llamada abusivamente escandaloso. Izuku lo saco del bolsillo sin sorprenderse de ver la pantalla rota. Más allá de eso, el número de Melissa apareció parpadeante.

Sintió la mano del miedo sobre su corazón ante la idea de contestar, una estupidez, según su cerebro lógico, porque su amiga ya no estaba bajo el control de las televisiones. Descolgó.

¡Izuku! ¿Dónde estás? ¡¿Que ha pasado!? —El joven apartó el dispositivo de la oreja antes de sufrir lesiones fatales en el oído interno. Qué la voz de su amiga superara el caos a su alrededor se consideró un logro—. ¡La gente está huyendo despavorida y no os encuentro a Akatani y a ti! ¿¡Y por qué un rascacielos se está derrumbando?

Fue reconfortante saber Melissa estaba bien, luego las preguntas lo asaltaron.

—¿No recuerdas nada? —preguntó con la voz ronca. Necesitaba agua con urgencia—. Akatani y tú fuisteis poseídos por las televisiones.

—¿De qué estás hablando? ¿Sabes qué? Mejor no respondas. Dime dónde estás para que pueda encontrarte.

Buena pregunta. Izuku no sabía dónde aterrizó.

—Estoy sobre la azotea de una tienda de jardinería. —Un estruendo le obligó a cubrirse los oídos. El rascacielos aplastó todo a su paso enviando escombros y polvo por los aires. Un diminuto fragmento de yeso aterrizó cerca de Izuku a pesar de la distancia que los separaba—. Eso ha sido intenso —gimió—, no debí forjar tan descuidadamente.

¿Qué acabas de decir? —Melissa subió el tono. ¿De qué estaban hechos sus pulmones?—. ¿Forjar descuidadamente? ¿El colapso del rascacielos es obra tuya?

Izuku dibujó una mueca. No le apetecía dar explicaciones en ese momento. Su cuerpo pedía a gritos una ración de comida y dos días de descanso.

—Te lo explico más tarde... Solo recuerda que soy un héroe.

Héroe a medias, más bien. Su trabajo podría mejorarse de tantas formas que Izuku no sé molestó en inaugurar una lista mental.

Un destello carmín saltó a la azotea.

—Por fin te encuentro. —Akatani se agachó a su lado—. ¿Qué haces aquí?

Izuku retrocedió arrastrándose casi por instinto. Analizó al gólem de abajo a arriba, desde su expresión preocupada hasta el traje severamente dañado, la única prueba de lo sucedido en el rascacielos. Soltó el aire que retuvo en los pulmones. Había vuelto a la normalidad.

—¿Estás... bien? —Akatani cuestionó sin saber cómo tomarse la reacción de Izuku—. Pareces asustado.

—Me has asustado —el peliverde replicó mientras se sentaba—, ¿no te han dicho que es de mala educación asaltar a la gente?

El gólem rió en respuesta, luego lanzó una disculpa muy poco sincera en opinión de Izuku.

¿Akatani, estás con Izuku? —El móvil estaba en el suelo porque Izuku lo dejó caer del susto. Akatani respondió con un sencillo "sí"—. ¡Menos mal! ¡Ni se os ocurra moveros! ¡Voy a intentar localizaros, y espero recibir una explicación!

Más allá de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora