Izuku no quiso despertar en Erinjar. No ese día. Cualquiera menos ese.
Tras abandonar la USJ —no sin recibir un beso curativo— regreso a casa, se cambió de ropa y se desplomó sobre la cama con la gracia de un cadáver. Recorrió la lista de mensajes de su madre, que no leyó porque mantener los ojos abiertos requería algo más que fuerza de voluntad. Akatani se sentó en la silla, silencioso y pensativo, vistiendo un par de prendas que le quedaban algo pequeñas. Izuku quedó dormido.
Y despertó tumbado en la azotea de la tienda de jardinería con una chaqueta bajo la cabeza a modo de almohada. Durmió durante un largo rato porque su cuerpo ya no deseaba morirse. Se frotó los ojos con molestia porque quería disfrutar de un descanso en su cama. ¿Por qué Erinjar decidió secuestrarlo después de todo lo vivido? Llevaba días sin viajar al mundo fantasioso. No era justo.
Tomó aire. No valía la pena enfadarse con un mundo que le dio más que su madre. Prefirió verle el lado bueno a la situación. Se asomó por la azotea, la gente transitaba la ciudad con normalidad. Nada de sonrisas siniestras ni aparatos electrónicos del demonio. El único indicio del suceso con las televisiones era la montaña de escombros que antes fue un rascacielos, debidamente vallado y vigilado por agentes de policía. La población se había recuperado en tiempo récord.
La visión llenó el vacío que la muerte del nomu le dejó en el corazón. La satisfacción de su primer trabajo heroico bien hecho.
El destello carmín saltó a la azotea desde un punto ciego del peliverde.
—Por fin te despiertas —dijo el gólem con su sonrisa habitual—. Has dormido ocho horas seguidas.
—¿Ocho... — Bostezó—... Horas?
No era la primera vez que aparecía en Erinjar dormido, despues de todo, las aventuras del mundo de fantasía y sus responsabilidades en la Tierra le dejaban con poco tiempo de sueño, toda siesta entre horas era bienvenida, pero ocho horas era un récord. Si se fue a la cama a las seis y media de la tarde, deberían ser las dos y algo de la madrugada.
—y fue un sueño muy profundo, ¿sabes? —el gólem prosiguió dorando su sonrisa de un matiz burlesco—. No despertaste por mucho que Melissa, Knuckleduster y yo te moviéramos para ajustar las vendas. El viaje fue más movido de lo normal.
Recovery girl vendó sus brazos tras el beso curativo con una advertencia de no hacerse daño la próxima vez a menos que quiera enfrentarse a la aguja... Y con aguja, Izuku supuso que se refería al bastón del que nunca se separaba.
No deseaba enfrentar al bastón.
—¿Siguen Melissa y Knuckleduster aquí?
—Lo hacen —Akatani asintió—, se han quedado en la ciudad a ayudar con las reparaciones y buscar a Giran. También para esperar tu regreso, ¿lo recuerdas? Viajaste a la Tierra desde la azotea de esta tienda, es obvio que aparecerás justo aquí.
La situación con las televisiones fue tan extrema que Izuku no se fijó en el último lugar en el que estuvo antes de regresar a casa. Y olvidó el motivo del viaje: encontrar al tipo del que habló su amiga.
—Melissa y su maestro están comiendo. —Señaló en la dirección opuesta en la que Izuku miró la ciudad—. ¿Quieres venir? Sirven buenas comidas.
Su estómago despertó con la mera idea de ser llenado. No engulló nada desde el desayuno. Akatani leyó los pensamientos de su creador como un libro abierto.
—Supongo que es un sí. Te llevaré con ellos.
Fue un viaje corto hasta la plaza situada detrás de la tienda. Había gente paseando o disfrutando de los cuatro bares abiertos. Era todo tan normal que nadie imaginaría que hubo una catástrofe. De repente, las conversaciones enmudecieron y todas las caras se giraron hacia él. Lo miraban fijamente. Lo alertaron, su corazón aceleró el latido mientras las imágenes de la marabunta de poseídos resurgían en su cabeza.
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Más allá de los sueños
FanfictionIzuku Midoriya no era el adolescente con mejor suerte del mundo... mejor dicho: No tenía nada de suerte. Nació bajo la estrella más pequeña, deprimente y bastarda del universo. Sin quirk, despojado de su sueño de ser héroe y abandonado por su padre...