Capítulo 5: El precio de las consecuencias.

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El comienzo de otro día de mierda, o eso pensó Izuku cuando abrió los ojos bajo la eterna vigilancia de la mercancía de All might. Las sábanas, debajo de él, lo dejaron desprotegido del frío matutino, aunque este detalle quedó en segundo plano porque DEBÍA hacer algo con la presencia del héroe número 1 en el dormitorio. No quería reconocer que su madre tenía razón al alegar que "era mayorcito para jugar con figuras de acción", y tirarlo todo a la basura era un "no" rotundo (había objetos de valor), sin embargo, ya no veía al héroe número 1 como antes.

Su viaje al mundo de fantasía dejó una huella tan profunda en su mente que desplazó a All might de su pedestal. Supuso que su madre se alegraría del cambio, aunque Izuku no quería darle la satisfacción de soltar un "te lo dije". Antes muerto.

Siguió la rutina diaria de vestirse, desayunar y dirigirse a la escuela entre bostezo y bostezo. Su último viaje a Erinjar no fue tan largo como el primero, por lo que tuvo tiempo de descansar un poco antes de enfrentar la vida dura del estudiante. Vida que le resultaba cada vez más insulsa, había que decir.

Notó el aumento de patrullas circulando por la ciudad, y apostaría un brazo a que algunos transeúntes eran agentes encubiertos. La batalla del día anterior marcó la ciudad de una manera que no había previsto. Una suerte no haberse visto en mitad del conflicto, o su culo flacucho habría sido pateado de formas indescriptibles antes de que el héroe número 1 pudiera salvarlo.

Aldera recibió a los alumnos otro día más. Allí, por lo menos, la noticia no provocó cambios. Izuku entró con las miradas puestas en la nuca. Susurros sobre él. Susurros que no sonaban como deberían. El peliverde no percibió el rechazo o los insultos a los que estaba acostumbrado. En ese momento se dio cuenta: ya no era quirkless a sus ojos. No pensó que la historia del bisturí llegara muy lejos, ¡y voila! Sucedió lo contrario; lo cual era bueno, ¿no? Se había librado de una molestia.

Todo gracias a Erinjar y las enseñanzas rápidas de Melissa.

Los pocos compañeros de clase le observaron caminar hasta su escritorio, donde no había amenazas escritas. Tampoco quedó rastro de las quemaduras que hizo Bakugou. Eso era nuevo. El equipo de limpieza dejaba todo impecable menos sus cosas, ya sea porque era un quirkless inútil o porque sabían que todo se volvería a pintarrajear en poco tiempo. El aula se fue llenando lentamente. Recibía miradas de reojo, pero solo eso, miradas. Nada que no pudiese sobrellevar. Al menos hasta que vio a Bakugou aparecer en silencio. Su expresión era... Rara. Izuku fue incapaz de comprenderlo, como cuando le dio el bocadillo.

«¿En qué piensas, Kacchan?».

No creía que su compañero se sintiera amenazado por la aparición de su "quirk", porque la estupidez dicha "los heroes tienen un ascenso especial. Seré el único de Aldera en entrar en la UA" era eso, una tontería con tanto sentido como un pingüino parlante. Además, cuando le esperó a la salida, no fue agresivo con él a pesar de que no había testigos a la vista. Nadie le culparía por agredirle. Supuso que lo descubriría en otro momento.

La clase comenzó con la llegada de la profesora de matemáticas. El peliverde se prometió atender en lugar de dormir como un oso vago. Debía recuperar las clases perdidas para evitar descensos en sus calificaciones. Lo que era difícil porque matemáticas no era su asignatura predilecta. Menos aún disfrutaba escuchar a la anciana de gran sonrisa con la capacidad de estirar el cuello. Hablaba con el tono más monótono y neutral existente logrando la sencilla tarea de dormir a todo el mundo.

La anciana empezó a dibujar en la pizarra números que el peliverde entendía a duras penas.

Por favor, que los alumnos Izuku Midoriya y Katsuki Bakugou asistan al despacho del director.

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